López Chaves saluda con la oreja que cortó a su segundo toro. Foto: Miguel Hernández


FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 15/09/2018
Toño Blázquez

Chaves, a hombros finalmente por una estocada de ley de rápido efecto, supo pulsear muy bien a sus toros, en la distancia que pedían siempre

Cuando el dúo de percherones, que no mulillas, arrastraba el negro cadáver de 'Bilbaíno', cuando López Chaves paseaba sonrisa franca devolviendo prendas varias del auditorio, un buen señor jubilado (presumo) le lanza al torero una bota de vino. Y cuando el de Ledesma desenrosca el cierre del cuero, aprieta y aprieta sobre el gaznate haciendo aspavientos de que no hay vino, la bota estaba vacía. ¡Tiene cojones la cosa del abuelo!. Le tira al torero el tinto para purgar la sed revenida de la lucha ante el toro, y la está bota vacía. O era un chiste sin ninguna gracia, debió pensar el señor de Frades, o una cosa involuntaria, tipo "perdón, no me di cuenta y con el entusiasmo?"

Yo pienso que más bien era una parábola de la corrida del Puerto: hechuras, trapío, estampa, pero sin fondo, continente sin contenido. Falta de casta y todo lo que esa palabra conlleva, que es mucho y preocupante. Me decepcionó la corrida.

Chaves, a hombros finalmente por una estocada de ley de rápido efecto, supo pulsear muy bien a sus toros, en la distancia que pedían siempre, sin atosigar porque la falta de motor y codicia iba a la contra de prisas. Unas veces con mayor fortuna, otras con menor (esos dos desarmes en el último toro), su técnica abierta y clara siempre fue dar
aire a los toros porque acortaban mucho y se defendían en la corta distancia.

Padilla encandiló en su estilo y forma de hacer, todo entrega. La oreja del cuarto, muy de justicia. El público, supercariñoso (que dice mi sobrina) con el jerezano. Y Adame (el del medio) estuvo por encima de las circunstancias en su primero, muy firme y seguro aún a pesar de la voltereta que le propinó el toro en un ajuste remate con el capote. Le hubiera cortado la oreja si lo mata en condiciones. En el último anduvo por allí aburriendo con un aburrido e inútil animal.

La bota del abuelo, como los toros, vaciedad absoluta.

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