El primer ministro húngaro, Viktor Orban, en el mitin de cierre de la campaña en Szekesfehervar (Alba Regia)


OPINIóN
Actualizado 15/09/2018
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

La actualidad política está que arde, sobre todo por la dimisión de la ministra de sanidad, Carmen Montón, al estar implicada en graves irregularidades en la matriculación y superación de un máster sobre igualdad realizado en el desprestigiado Instituto de Derecho Público de la universidad Rey Juan Carlos, de Madrid; la misma en la que cursaron sus máster Cristina Cifuentes y Pablo Casado. La dimisión de la ministra ha sido una decisión muy acertada, porque, al igual que Cristina Cifuentes, un político tiene que seguir la senda de "la mujer del César", es decir, no sólo tiene que ser honrado, sino parecerlo. Dicho de otra forma, todos los políticos, que son representantes de los ciudadanos, deben profesar un comportamiento ético ejemplar y, por consiguiente, Pablo Casado debería tomar nota y renunciar a su cargo político, porque, además, su caso está "sub iudice" en el Tribunal Supremo. No está imputado debido a su aforamiento, porque sus compañeras de máster que tuvieron el mismo trato de favor que él sí lo están, por la jueza Carmen Rodríguez Medel, del Juzgado de Instrucción 51 de Madrid.

Pero el artículo de esta semana quería orientarlo hacia un asunto diferente que hemos conocido en estos días y que afecta a la esencia misma de la construcción europea, por la que tanto lucharon los gobernantes democráticos después de la Segunda Guerra Mundial. Me estoy refiriendo a la decisión del Parlamento Europeo de solicitar a la Comisión Europea que le quite a Hungría su voto en la Unión Europea debido a la deriva autoritaria de su primer ministro, Viktor Orban. Las actuaciones de este mandatario están provocando graves deterioros en el Estado de Derecho, en la democracia y en los derechos fundamentales. Incluso se le acusa de "amenaza sistemática" por presionar a los tribunales de justicia, a los medios de comunicación y a las organizaciones no gubernamentales para que actúen conforme a los criterios, idearios y filosofía de su gobierno y eso "viola los principios democráticos europeos". Aunque la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del Parlamento Europeo ha sido la oposición frontal de acogida de refugiados procedentes de países musulmanes, en contra de los acuerdos que había aceptado el Consejo Europeo.

El partido político que sustenta al presidente húngaro, Fidesz, profesa la misma ideología antieuropea que los Tories británicos o los franceses del Frente Nacional, siguiendo, a su vez, los desmanes políticos de Donald Trump en USA. El informe elaborado por la eurodiputada holandesa de Los Verdes, Judith Sargentini, que ha sido votado por una amplia mayoría de los parlamentarios europeos y que pide retirar el voto a Hungría, ha sido apoyado por la izquierda, el centro izquierda, el centro y la mayoría de la derecha moderada que se integra en el Partido Popular Europeo, incluido el partido de la alemana Merkel, la CDU, pero no ha sido apoyado por los parlamentarios europeos del PP español (la inmensa mayoría se ha abstenido, salvo tres eurodiputados que han respaldado al presidente húngaro). Resulta vergonzoso que los eurodiputados del PP no hayan sido capaces de apoyar el informe para evitar que se censure a Viktor Orban. Con esta decisión (aunque sea de abstención mayoritaria) el PP se han situado del lado de la deriva autoritaria en la que está cayendo el gobierno húngaro. El descenso hacia esa radicalidad de los Populares se está poniendo de manifiesto, por desgracia y más que nunca, desde que Pablo Casado está llevando las riendas de la formación política.

Lo que necesita la Unión Europea y los países que la conforman son políticos radicalmente democráticos, tolerantes, solidarios y dialogantes que sean capaces de pergeñar amplios consensos en materias troncales que afectan a derechos, deberes y libertades fundamentales de los ciudadanos europeos, a la modernidad, al progreso y al entendimiento, no al enfrentamiento al que nos están llevando los partidos euroescépticos. El PP debería reorientar su estrategia al lado de los partidos conservadores moderados europeos, que siempre han sido europeístas. El ascenso de la ultraderecha y los populismos supone una amenaza muy seria para la estabilidad política, social y económica de la Unión Europea. Tengamos memoria histórica; porque fueron estas mismas fuerzas las que desencadenaron la barbarie, la guerra, el hambre y el exterminio. No podemos permitirlo.

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