OPINIóN
Actualizado 11/09/2018
Fernando Robustillo

No recuerdo ni cuándo ni dónde, ni si fue en serio o en tono satírico, pero sé que hace muchos años llegó a mí una entrevista a Diego Rivera, el gran pintor y muralista mexicano, señor de Frida Kahlo, en la que explicaba que en un perdido lugar de su país

Pero surgió un problema: no existía foto real ni sucedáneo de caricatura para tal fin, con lo que todo se reducía a la invención del personaje. Preguntó por esas características que hacían sobresalir su figura y, al parecer, a tal individuo todo le saltaba al rostro: sobriedad, inteligencia, honestidad, rectitud o profundidad de pensamiento.

Enseguida, al polifacético Diego Rivera le persiguieron los rasgos de Unamuno para tal fin, y hoy, no sabemos en qué sitio, pueblo o ciudad, se hallará la figura del intelectual vasco-salmantino en representación de aquel prohombre.

Cuento esto porque es una historia que me salió al encuentro al ver el cartel de ferias de Salamanca del presente año. Y puesto que de aquella anécdota de Diego Rivera me hubiera gustado, no solo tener más información, sino una fotografía del mural para satisfacer toda mi curiosidad, sobradamente la encuentro en este cartel de nuestras ferias de 2018 en el que don Miguel aparece con una copa en la mano.

Y como del señor Unamuno tenemos muy reciente la excelente "Iconografía Unamuniana" que se expuso en la Sala de San Eloy durante más de cuatro meses -doscientos y pico cuadros y algunos dibujos y esculturas- no recuerdo en la exposición apenas ninguna pintura en la que el ilustre Rector mostrara una leve sonrisa. Así era su conocida personalidad.

Sin embargo, en este cartel de las ferias, por el lenguaje corporal, no solo por su cara sonriente, sino con el gesto de echarse a bailar y la botella del camarero medio vacía, parece que don Miguel no "vaya" precisamente por su primer vino. Y así, de esta guisa, Unamuno no está precisamente para dar una clase de griego.

No hay duda de que la composición es tan excelente como esa canción de Manolo Escobar en la que dice "entre flores, fandanguillos y alegría?", pero para ello debemos quitar del cartel a don Miguel y en su lugar, como representante de la cultura popular, colocar a un personaje anónimo, o al Mariquelo, sin acritud y por derecho, y en la copa un líquido transparente.

Todo lo dicho es en serio, no creo que a don Miguel, tan cuidadoso en las formas, le haga ningún favor, ni ninguna gracia, aparecer en la frivolidad de una charanga.

Claro, esto no quiere decir que la composición no sea buena y que la apuesta por Unamuno no haya sido presuntamente inteligente, ya que no hay leitmotiv más atrayente que un personaje conocido e inconexo dentro del contexto, pero que no ha lugar si queremos que don Miguel sea un referente de la Cultura en Salamanca, sino cuidarlo y que no sirva para un roto o un descosido.

Creo sinceramente que la figura de Unamuno debería haber tenido una orden de alejamiento sobre este cartel de ferias, y su autor, por su altura artística y sus excelentes creaciones, dudo si no le pudo más su libertad de creación que el consejo ajeno, siempre estará muy por encima de este cartel.

Con lo dicho, no quiero abrir ninguna polémica, sino solamente hacernos eco de esta reflexión: en la época del botellón, las manos de nuestro gran literato, tan preocupado siempre por la educación de la juventud y el conocimiento, no pueden justificar las bebidas graduadas.

Ahora, volvamos a una de las dos opciones de un ciudadano en ferias: "Me gusta el cartel" o "No me gusta el cartel". Nada más. Y a quien le haya gustado, mis disculpas.

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