OPINIóN
Actualizado 11/09/2018
Redacción

Escuché hace tiempo que, a diferencia de las mujeres, los hombres sabemos mejor evadirnos con pequeños placeres, y quizá esos pequeños espacios de tiempo que robamos cada día, nos hacen coger fuerzas para poder terminar mejor la jornada.

No sé si habéis visto en Youtube la historia que cuenta un cura, el padre Ángel Espinosa, sobre la diferencia entre las mujeres y los hombres. A mí me hizo mucha gracia. Relata que, mientras las mujeres tienen muchos cables enredados y conectados entre sí en la cabeza (por eso tienen la capacidad de hacer varias tareas a la vez), los hombres solo tenemos cajitas: la caja de la intimidad, la de deportes, la de negocios? pero tenemos una en especial que no entienden las mujeres, la caja de "nada" donde, como podéis imaginar, no hay nada. Según Espinosa los hombres podemos estar haciendo nada. Cuando te pregunta una mujer:

-¿Qué haces?-

El hombre responde, -nada-.

-¿Hay que hacer algo? - Y el hombre le dice: -tú, yo no-.

La mujer tiene que hacer siempre algo, y se desespera cuando el hombre tiene abierta la cajita de "nada". A modo de ejemplo, el hombre puede tirarse en el sofá, coger el mando y empezar a cambiar canales de televisión, cuando la mujer le pregunta ¿Qué ves?, el hombre le responderá "nada", y en realidad es cierto, no estamos viendo la tele, no hacemos nada. Cuando una mujer está viendo la televisión, realmente está viendo algo, (una película, una novela, un documental, las noticias?) y si no fuera así, estaría haciendo otra cosa.

A mi parecer, tenemos que aprender todos a concedernos más tiempo, a desconectar, descansar y olvidar a ratos nuestras obligaciones y nuestros desvelos porque, de verdad, es lo que nos puede permitir que tengamos un día más relajado.

Las cosas se consiguen con tiempo y constancia, y si hoy toca ser ese superhéroe que mi hija necesita, ese que soluciona sus problemas, el que la acompaña y ayuda a levantarse si se cae, pues le dedicaremos el tiempo necesario para que se sienta segura. Quizá mañana seré ese ángel, ese que da la seguridad suficiente para los que te rodean. Lo importante, aparte de esta graciosa historia, es que tenemos que aprender a vivir y a disfrutar del ahora, ya sea haciendo unas cosas u otras, o nada. Es cierto que algunos días cuesta más que otros, pero así es la vida; es tanta la presión que ejercemos sobre nosotros mismos y nos ejercen desde fuera, que a veces olvidamos que la vida ocurre momento a momento.

Nunca valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. ¡Y cuánta razón! Hoy pensando en ello vienen a mi mente experiencias dolorosas y traumáticas, que te enseñan a ver las cosas de otra manera, quien ha tenido vivencias similares o ha estado involucrado en ella, sabe a qué me refiero. Hoy quizá soy un poco más sabio, más paciente de lo que fui antes, quizá hoy valoro más aún los momentos que utilizamos para evadirnos y también, por qué no, esos en los que no hacemos nada.

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