Sala de Pruebas de la Bodega Coop de Figueira C.R. / Rep. Gráf.: Martín-Garay
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PORTUGAL
Actualizado 27/08/2018
Raquel Martín-Garay

Uno pone el barco, el otro pone el vino. Con una vecindad que traspasa fronteras, una empresa de Hinojosa de Duero (ES) y otra de Figueira de Castelo Rodrigo (PT) reciben a los afortunados pasajeros de un crucero que remonta el Duero y acaba en una cata

La cita es en el muelle de Vega de Terrón. La empresa Duero Emoción tiene preparada una jornada más por tierras portuguesas. Navegaremos río arriba hasta la esclusa de Pocinho, uno de los puntos fuertes de la excursión fluvial. Pero antes, en Vila Nova de Foz Côa, una parada para conocer el Museo del Côa, receptor de más de 50 mil visitantes al año buscando descubrir el arte rupestre de este valle. No habrá visita a los grabados, para ello se necesita, al menos, una jornada completa, además, el arte rupestre al aire libre se aprecia mejor de noche, durante las visitas nocturnas estivales que organiza el Museo. Pero hoy queremos seguir disfrutando de la luz de este perfecto día de verano.

Después de un almuerzo con vistas en el restaurante del Museo, continuamos hasta la Foz do Sabor (desembocadura del río Sabor en el Duero), a la altura de Torre de Moncorvo. El viaje de vuelta, se hace en autobús, no tiene el encanto del barco ni sentimos la brisa húmeda rozando la cara, pero contemplamos la singular vista de los vertiginosos bancales del Duero, en una carretera tan zigzagueante como panorámica.

Llegamos a Barca d´Alva desde Freixo de Espada à Cinta y continuamos hacia Escalhão. Ya divisamos la montaña. Y un montículo más pequeño al lado. Castelo Rodrigo nos espera, con sus 950 m de altitud, cobijado por la Serra da Marofa, por las antiguas puertas de Oriente y Poniente de su muralla, por el Palacio de Cristóvão de Moura y, sobre todo, por las piedras, que absorben la luz del final de la tarde y reflejan calidez.

Descienden los excursionistas la empinada carretera hasta la capital del concejo, Figueira, y llegan a las instalaciones de la Bodega Cooperativa de Figueira de Castelo Rodrigo. A esta altura de la jornada, un niño pregunta "¿estamos ya en España?". Estas tierras ribacudanas o trascudanas (entre el Côa y la frontera) están próximas de las Arribes españolas y de las tierras de Ciudad Rodrigo, que se sitúan a la otra orilla del Duero y del Águeda, respectivamente. Son herederas de un pasado común, mejor o peor avenidos, perteneciendo a uno u otro reino, formando un escenario ideal para el contrabando o para los exilios cruzados, objeto de tratados de paz y repartición de tierras. Condenados a entendernos.

La visita que hoy recibe esta veterana cooperativa es numerosa. La componen familias y grupos de amigos, como los de la peña "La Cuadrilla", una verdadera cuadrilla de amigos de Hinojosa de Duero, residentes en la localidad a tiempo parcial o completo. Algunos, de vacaciones en el pueblo durante estos días; otros ya sin obligaciones laborales, repartiendo su jubiloso tiempo entre la tierra natal y la que los vio crecer profesional y personalmente, como Madrid o el País Vasco. Pero, afirman, siempre muy presente Las Arribes. Acompaña hoy la visita el alcalde de Hinojosa, José Bautista.

Una tierra creada para el vino

Sabemos la querencia que las márgenes del río Duero, español y portugués, tienen hacia las viñas. En la plana Ribera del Duero castellano-leonesa, y entre los empinados bancales por los que se abre paso el Douro en Portugal, enclavado entre sus socalcos.

Sin embargo, las viñas de donde procede el vino que hoy vamos a probar están cultivadas en una meseta, un valle fértil entre el río Águeda, el Côa y el Duero, pertenecientes a la Denominación de Origen Beira Interior. Un valle en altura, -entre los 600 y los 700 metros de media-, vigilado por la Serra da Marofa y el pináculo de Castelo Rodrigo, con una vista en 360º que abarca toda la región, a la que las uvas llegaron hacia el siglo XII, formando parte del equipaje de unos monjes.

La Orden del Císter se estableció en esta comarca en el los albores del s. XII, una vez fue reconquistada a los reinos musulmanes, con la intención de contribuir a afianzar la repoblación cristiana. Tal y como se hizo en otros puntos de la geografía portuguesa, el establecimiento de los monjes cistercienses garantizaba la evangelización, pero también la defensa y, sobre todo, la prosperidad de la incipiente población, pues sus conocimientos avanzados en agronomía contribuían enormemente a impulsar el desarrollo de las comarcas donde se instalaban, con la diversificación de cultivos y la mejora en las técnicas agrícolas.

Los monjes cistercienses introdujeron el cultivo de la vid en Riba Côa, pero también los olivos, los naranjos, los almendros y otros frutales, al constatar las privilegiadas condiciones de estas tierras. No es por casualidad que el nombre del concejo sea Figueira (higuera) de Castelo Rodrigo.

Vinos de Figueira de Castelo Rodrigo, excelencia en altura

La Cooperativa de Figueira de Castelo Rodrigo se fundó en 1956 y cuenta en la actualidad con más de 400 cooperativistas y un área de 1.050 hectáreas de viña, constituyendo una de las mayores cooperativas vitivinícolas al norte de Portugal. El clima de la zona es continental mediterráneo, con suelos de pizarra y arenisca.

La visita de hoy escucha con interés lo que les cuenta el enólogo António Madeira, director de la cooperativa. Nos habla del protocolo que sigue la materia prima una vez entra en las instalaciones, advirtiendo de que el proceso comienza mucho antes, en la viña, donde se da asesoramiento in situ a los cooperativistas.

A partir de las próximas semanas, a esta bodega empezarán a llegar unas 600 toneladas de uva por día. Anualmente, aquí se reciben ocho millones y medio de kilos de uva, que dan como resultado unos seis millones y medio de litros de vino. Los blancos, suponen cerca del 55% de la producción, los tintos, el 45% restante.

Las castas predominantes en la comarca son la Siria y la Malvasía Fina, en blancos, y el Marufo, Rufete, la Touriga Nacional, Touriga Franca y Tinta Roriz (Tempranillo) en los tintos. La comarca se inserta en la Denominación de Origen Beira Interior y produce los vinos más al norte de esta región demarcada, lindando al norte con la Denominación de Origen Douro.

Los vinos de esta bodega han sido objeto de premios nacionales e internacionales, dedicándose aproximadamente el 30% de su producción actual a la exportación, siendo los principales destinatarios los países de la Unión Europea, Canadá, Estados Unidos y Brasil.

Touriga Nacional, la casta made in Portugal

Se trata de una casta muy noble y 100% portuguesa, se cree que existe desde hace sólo unos 120 años.

Nos cuenta el ingeniero Madeira que se cree que surgió en la región del Dão, en el centro del país, y está presente en los tintos de esta denominación de origen, pero también en las combinaciones de castas con que se elabora el Vino de Oporto y en los mejores tintos de la Beira Interior y del Douro.

Hoy podemos encontrar Touriga Nacional en Australia o Estados Unidos, pero, según António Madeira, toda la Touriga Nacional cultivada en otras partes del mundo, llegó de Portugal.

Pinking, la memoria genética de la Tierra

En 2017 y fruto del estudio junto con expertos de la Universidad de Trás-os-Montes y Alto Douro (UTAD), la bodega cooperativa de Figueira de Castelo Rodrigo lanzó al mercado un vino sorprendente, además de ser al mismo tiempo muy nuevo y muy viejo.

Nos cuenta António Madeira que en origen, todas las uvas eran tintas, la uva blanca surgió con posterioridad como fruto de una serie de mutaciones genéticas.

El vino Pinking es un vino de color rosa pálido, pero no es un rosado. Se hace 100% con uva blanca de una única casta, la Siria, y sin ningún tipo de intervención artificial. Ya antiguamente, se observaba cómo algunas uvas blancas de la región daban como resultado un vino ligeramente rosado, lo cual se consideraba una anomalía, por lo que era desechado.

Atraídos por la curiosidad de comprender los motivos, se entró en contacto con profesores de la UTAD y durante 12 largos años se investigó conjuntamente sobre el porqué algunas uvas de la casta Siria naturalmente derivaban en un vino rosado. Por lo visto, aunque no es un fenómeno usual, tampoco es del todo infrecuente y la razón se halla en la memoria genética que guardan las uvas blancas del tiempo en que eran uvas tintas. En su esencia genética, se comportan como tintas.

Ha sido registrada su patente nacional e internacionalmente y, según António Madeira, la cooperativa de Figueira de Castelo Rodrigo ha sido la primera en hacerlo, aunque se sabe que en otras regiones del mundo, como en California, están a punto de obtener un vino similar.

Curioso resultado, poderoso este vino al que bautizaron como Pinking, guardián en su interior de toda la fortaleza genética de nuestros ancestros.

Acaba un día lleno de río, de paisajes agrestes y cultivados, de aves rapaces sobrevolando los cultivos, de palomares, de pizarra y arcilla. Un pueblo salido de la piedra nos ha recibido, alguien nos ha ofrecido probar unos vinos y nos ha explicado cómo comprender lo que quieren contarnos, algunos eran blancos, otros tintos, todos han dejado su huella en el ánimo de los viajeros.

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