OPINIóN
Actualizado 27/08/2018
Francisco López Celador

Esta foto tiene unos 40 años. La naturaleza se ha encargado de que casi todos los protagonistas del momento hayan pasado a mejor vida. Hoy, aunque no sería fácil, también podríamos reunir un grupo de personas con ideas políticas muy afines a las de estos antepasados. Pero dudo mucho que fueran capaces de suscribir acuerdos del calado e importancia de los que hicieron posible el llamado consenso de la Transición.

La decidida voluntad de unos hombres con visión de Estado, hasta entonces imposibilitados para cualquier progreso por estar demasiado atados a sus respectivos credos políticos, puso los cimientos de la verdadera democracia que culminó con la actual Constitución. Tampoco fue sencillo entonces. La diferencia esencial con la situación actual radica en que aquellos políticos fueron capaces de anteponer los intereses de España a las ambiciones partidistas o personales. No pocas sesiones parlamentarias constituyeron verdaderos monumentos al consenso y a la responsabilidad. Aquello sí que eran diálogos provechosos. Por primera vez, se abandonaban los insultos e invectivas, tan frecuentes en la República, hasta el punto de que allí se fraguó más de una amistad entre adversarios políticos. Todavía recuerdo los enfrentamientos Fraga-Carrillo que más parecían pretextos para suscitar la sonrisa del hemiciclo que maniobras para zaherir al adversario. Se pretendía, ante todo, acabar con odios y discrepancias para poder construir un futuro para todos. Rupturistas y reformistas fueron capaces de acercar posturas, a sabiendas de que dejaban pelos en la gatera.

Se van a cumplir 43 años desde que aquel 23 de noviembre de 1975 se daba sepultura a Franco en la basílica del Valle de los Caídos y el actual gobierno está decidido a llevar a cabo la exhumación del cadáver, alegando razones de extrema urgencia. Parece extraño que habiendo transcurrido tanto tiempo entren las prisas precisamente ahora. Problemas importantes afectan a los españoles y parece que no inquietan al Presidente. Como los españoles ya vamos adqiriendo mayoría de edad democrática, cada vez es más difícil que nos hagan ver como blanco lo que tiene el color del carbón. Para que un partido con 84 diputados pueda gobernar sin sobresatos, es imprescindible que negocie los apoyos necesarios con otros partidos dispuestos a suscribir sus decisiones. Ya hemos dicho en otras ocasiones que si en el día a día escasean las ayudas desinteresadas, en política tampoco abundan los Francisco de Asís o Teresa de Calcuta. Aquí todo tiene su precio. Algunas veces demasiado caro. De otra manera no se podría explicar cómo Pedro Sánchez se está viendo obligado a embarcarse en decisiones de las que hace pocos meses juraba que nunca aceptaría. Mal está que algunas de ellas signifiquen un claro reparto desigual de los fondos estatatles en favor de comunidades gobernadas por partidos que le han metido en la Moncloa. Eso es, además de injusticia, prevaricación. Resulta mucho más grave pagar los favores a base de poner en peligro la integridad del territorio nacional, acogerse a extrañas operaciones mendaces encaminadas a soslayar preceptos tan legales como la Constitución, descuidar el obligado deber de amparar al Jede del Estado ante las ofensas de independentistas, abandobar a jueces empeñados en conseguir para España el respeto y la dignidad de la que él se olvida, escatimar los recursos necesarios ?en personal y en medios- para no sufrir el constante menosprecio de nuestros CFSE en materias de terrorismo e inmigración.

Siempre he creído ?confieso mi error- que sería muy difícil conocer un presidente del gobierno más nefasto que José Luis Zapatero. Por su propia incapacidad o la de sus colaboradores, en temas económicos, laborales o de bienestar social, nos dejó al borde del abismo. Pedro Sánchez, sorprendido por su nuevo entorchado, es más peligroso que Zapatero. Sus ansias de poder y la necesidad de comulgar con ruedas de molino si quiere seguir viviendo en la Moncloa, le están acercando a un precipicio del que huiría cualquier personaje de los que aparecen en la foto que ilustra este comentario.

Puede Ud., Sr. Sánchez, seguir jurando que el importe de su excursión a Castellón en avión militar es secreto de estado; que sacar a Franco del Valle de los Caídos es urgentísimo. Es igual. Los españoles ?incluídos muchos de los socialistas a quienes no ha enchufado- ya no le creen. Es más, les da lo mismo dónde esté enterrado Franco. El problema lo va a tener cuando haya conseguido esa inhumación y siga teniendo los mismos apuros que tiene ahora, más los que le esperan en adelante. Supongo que, con las mismas prisas de ahora, encabezará alguna petición en los organismos nacionales e internacionales para que los mausoleos de otros sanguinarios dictadores responsables de muchos millones de víctimas sean vaciados de contenido y prohibido su culto. Lo tiene muy negro. Claro que más negro lo tenemos los españoles al ver el tic de dictador que le está apareciendo cada vez que echa mano del Decreto Ley que esquive sus caprichos ? o los de sus dueños-.

Cuando pueda, comience a gobenar de verdad. Abandone las cortinas de humo y baje a la arena de una vez. No es preciso que lleve a sus chicos/as de excursión a Toledo. Dejen que se les acerquen los que tienen más probemas que Ud., aunque tengan que abuchearle. Eso también va en el sueldo.

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