OPINIóN
Actualizado 21/08/2018
Fernando Robustillo

Ante un titular como el que nos precede lo más razonable es decir que todas las muertes son absurdas. Pero al ser tenidas como ley de vida -¡qué antinomia!- debemos señalar que algunas son más absurdas que otras.

Vaya por delante que nuestra intención no tiene por objeto amargarle las vacaciones a nadie. Servidor es consciente de que la muerte tiene muy poco recorrido. Esta sociedad consumista oculta todo lo feo, y la muerte es muy fea, tanto que con solo mentarla cruzamos los dedos.

Pero a veces paradójicamente la muerte es consumo y entonces se convierte en bucles televisivos tercos y machacones de sucesos de portada.

Sin ir más lejos, la presente semana se conmemoró el primer aniversario de las absurdas muertes del Paseo Marítimo de Barcelona causadas en tropel por una camioneta conducida por un extremista exaltado.

También, aunque haya sido solo de pensamiento, apoyados por las imágenes, hemos pasado una y otra vez sobre el puente Morandi de Génova para caer al vacío desde una altura de 90 metros. No nos ha ocurrido a nosotros, esa es la realidad, pero no por ello dejamos de sentir que haya sido una muerte absurda para 39 personas.

Los anteriores son dos hechos ocurridos en agosto con un año de diferencia y diez años después del inolvidable accidente de Spanair ocurrido en Madrid con 154 víctimas. Terrible suceso.

¿Es agosto el mes trágico por excelencia? Si pensamos en el agosto de Federico, los agostos de Hiroshima y Nagasaki, los agostos de las muertes de Marylin Monroe y Diana de Gales, el agosto de 2017 de Ángel Nieto -un 12+1 que se convirtió en 13 por el aparentemente inofensivo quad de paseo-, y las absurdas muertes por selfies de famosos y particulares, sin ahondar en las de tráfico de cada semana, podemos decir que "sí", que agosto es un mes trágico.

Por ello, está visto que la guadaña ni descansa por vacaciones ni lo hace a lo largo de todo el año. Además, hubo personajes famosos que, aparte de su arte, pasaron a la historia tanto por ello como por una muerte "tonta" y no siempre en el mes de agosto.

Fueron los casos, por ejemplo, de la bailarina Isadora Duncan, que fue víctima de un foulard o chal rojo que le rodeaba el cuello mientras viajaba en un vehículo, con tan mala suerte que la parte que dejaba a la volandera se enganchó en las ruedas del coche y al tirar de Isadora la ahogó arrastrándola por el suelo.

Otra muerte absurda fue la de Antoni Gaudí, quien murió atropellado por un tranvía al cruzar abstraído en sus elucubraciones. Es importante añadir que el gran arquitecto, en el momento del atropello, caminaba indocumentado, y como nadie lo reconoció y ser de vida tan austera -llevaba imperdibles con los que sujetar rotos y falta de botonaduras en su ropa-, fue confundido por indigente. Después, como figura de gran reconocimiento, llegaron los momentos de conmoción y homenajes.

Otro caso fue el del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams, quien murió al tragarse el tapón de una botella, quizá víctima de una mala bebida.

Y, por último, no podemos dejar de referirnos a la gran actriz Luisa Sala, quien falleció a causa del atragantamiento de un filete.

Cuídense y sean prudentes. La vida merece la pena.

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