Estoy seguro de que a los franceses de Vichy, a los alemanes del entonces Partido Nacionalista alemán, a muchos polacos, a los italianos del norte, a la mayoría de los españoles en la medida de que tuvieran alguna información sobre esto por los años cuarenta, a los pacíficos ciudadanos de media Europa? les parecían bien las purificadoras medidas del Estado alemán. Y parecía que no había otra solución si se querían conservar los viejos valores de la Europa de siempre.
Y estoy seguro también de que a buena parte de los españoles, casi a la mayoría de italianos, a casi todos los austriacos y a multitudes de Francia, Alemania y demás países de la Eurozona, les parecen acertadas y necesarias las leyes de expulsión, la mano dura con los inmigrantes y las devoluciones en frío o en caliente. Hay que protegerse y si se baja la guardia la Europa que conocemos acabará desapareciendo pronto. Hay que echarlos y de malos modos para que no haya nunca ni un brote de "efecto llamada". ¡Inmigrantes fuera!
Pero la solución al cementerio mediterráneo nunca será el rechazo ni la expulsión con mano dura; el camino es otro, será largo, pero es el único que lleva al objetivo que todos deseamos. Serán necesarios los CAR, los CETI y los CIES o como ahora se llamen los Centros de recepción de migrantes, pero con ellos no se adelanta ni un milímetro en la solución del problema; serán necesarios barcos de recogida y puertos que los admitan, pero con ellos no se adelanta ni un milímetro en la solución; se repartirán los admitidos por distintas ciudades de España y se repatriarán tristemente los demás a su origen, pero con esto no se adelanta ni un milímetro en la solución. Que conste. Pero cada gobierno y cada gobernante piensa sólo a corto plazo, en lo que a él le afecta, y el futuro a medio y largo plazo le tiene políticamente sin cuidado.
La solución adecuada y justa, aunque a medio y largo plazo y con necesario consenso de todos, es la inversión de grandes recursos económicos, que los hay y de sobra, y de los recursos humanos necesarios, que habrá que promocionarlos, para crear paz, progreso y vida justa en los pueblos subdesarrollados del sur. Ya oía yo esto hace más de 50 años en Manos Unidas, cuando nadie pensaba siquiera en estas cosas. Y sigue teniendo la razón y pone su parte con los 600 proyectos de desarrollo que hacen que cada año emigren unos cientos de miles de personas menos porque han encontrado en su tierra lo que necesitan. Premio, porque es poca cosa pero es el camino.
Y dicho esto me repito a mí mismo frente al egoísmo y la manipulación de casi todos los medios de comunicación:
Y más cosas pero da igual alargar la lista; todo pende de una información contrastada (que falta), un corazón sensible (que la dureza de estos tiempos casi no lo consienten), y un consenso político que decida objetivos, plazos y medios (cosa hoy por hoy casi imposible, dada la talla moral de gobiernos y gobernantes).
Y creo yo, quizás desde cierta ingenuidad, que en esto hay culpables e inocentes, sin que haya posibilidad de quedarse en medio. El futuro, que siempre quita y da razones, lo dirá.