Pulso la carpeta Mi música, en la que está toda la música que, cuando tengo tiempo (que no es mucho) voy guardando. Aquella que quiero llevarme de acá para allá en esta etapa del camino en la que tengo, por necesidades del guion, que ir con la vida a cuestas. Y luego pulso Suzanne Ciani, y después Hotel Luna? Y, de pronto, -es un lujo-, ella interpreta para mí. Toda su bella música new age me embarga. Tan escuchada, y siempre nueva. Nunca me canso? Toca en mi oído? Las notas de Italia, esas mandolinas electrónicas o mediopensionistas (no sé nada de artilugios, aunque amo profundamente la música) me susurran al oído notas arreboladas, de colores naranjas de atardeceres, rojizos de anochecer incipiente. Me inundan de sabores y de olor a orégano y tomillo, a tartuffo y capuccino. Puedo recordar la algarabía italiana de las calles, veo pasar a las ragazzas y las bambinas, a los bellos florentinos, altos como los cipreses, con sus elegantes trajes de lino blanco, y sus rasgos faciales de seda recién planchada, rasgos toscanos, piel de frutas y verduras toscanas?
Y paseo la bella y exquisita Florencia, por donde andarán las suelas de los zapatos de mi amiga Myriam, tan querida, y siento en mi cabeza el andar de sus pasos, la sorpresa ante tanta belleza, la puedo ver, siento en la retina de sus ojos los sillares de los edificios florentinos, la luz de los escaparates florentinos, el bellísimo diseño italiano, que brilla y reluce, el olor a cuero de sus zapaterías, finamente trabajado, las figuras de cristal de Murano, el atardecer de la vida en la Ducal Venecia y los violines de San Marcos, cuando las piedras nos hablan y nos susurran historias, y los caballos que pasaron y pisaron y quedaron petrificados lo hicieron por donde irán las sandalias fresquitas de mi amiga.
Y estoy contenta, cuando la veo tan guapa. Me siento feliz de verla resplandeciente, con tanta luz, tan brillante, con el brillo que es tanto que le sale desde los ojos y derrama estrellitas alrededor, esparce felicidad y sonrisa amplia, y recuerdo cuándo nos conocimos, y cuánto nos compartimos desde el principio, todo lo que pusimos en común para lograr tantos objetivos, lo fácil que fue, desde el inicio, nuestro trato.
La música cambia y sus notas ahora me llevan hasta los Conciertos para mandolina de Vivaldi, a su primer movimiento, con el Allegro, donde este instrumento conversa con la orquesta en crescendos entusiastas, en franca algarabía. Todo salpicado de pizzicattos, como cuando una colonia fresca nos inunda de gotas heladas y optimistas que nos regalan hielo picado de rocío en un verano, y se vuelve olas de vaivén, lágrimas de alegría, júbilo que salpica el corazón? Y que volverán a la melodía reflexiva en un Largo para despedirse con un nuevo Allegro, en el que los instrumentos, alborotados por las púas, vibran y riegan de olor a madera de palo rosa, tilo, nogal, caoba? que ha sido convenientemente secada, cuidada, madera tallada, bruñida, cuerdas afinadas, tañidas por manos expertas para sacar sus mejores sonidos, dedos que galopan por sus trastes, suben y bajan por el puente, sonido a púa experta, olor a mandolina, bella y elegante música como esculpida en manos de Bernini?
Te pareces a Italia, con los años reluces, te llenas de vida, buena amiga?
Llevarás Italia para siempre, como las mandolinas de Vivaldi, como las composiciones de Suzanne Ciani, como las notas de orégano y tomillo en las suelas de tus sandalias, que cobijan tus pies fresquitos, en las plantas de tus pies para siempre.