Tan nervioso se ponía con el resultado del partido que, en alguna ocasión, el entrenador de turno lo mandaba calentar en la banda
Julián era una figura del fútbol. Atendía esas labores ocultas, y necesarias, de un vestuario. Un personaje entrañable, que limpiaba botas, llenaba balones como los antiguos "hinchas" de los que tomó su nombre de guerra deportiva, atendía los chandals y camisetas para que estuvieran impecables en entrenamientos y días de partido, cargaba con los cestos camino de esos campos de Dios en los que el Salmantino jugaba en la Tercera división.
Estaba muy atento Julián en bares, cafeterías y sitios de reunión mundanos para que sus "chicos" no hicieran mala vida y les perjudicase el día del partido. Los entrenadores tenían a su particular "vigilante de la noche" y los propios futbolistas eran muy conscientes de ello, aceptando incluso el juego del escondite. Es de suponer que alguna noche tuvieran que pagar alguna ronda para poder "silenciar" aquel "chivateo" amable?
Tan nervioso se ponía el utillero con el resultado del partido que, en alguna ocasión, el entrenador de turno lo mandara calentar en la banda y de paso sus pulsaciones se normalizaran. Incluso, conozco de buena mano, aquella vez que un entrenador reunió en el hotel a sus jugadores antes del partido y le dio a Julián la responsabilidad de plantear la táctica y los objetivos del partido. Ceremoniosamente, todos seguimos aquel juego amable. Como cuando en el autobús nos dejabamos transmitir los partidos de un imaginario "Borusia de Donuts" y otras patadas al diccionario.
Pero Julián era respetado formalmente y actuaba como un tranquilizador en momentos de presión añadida. Son recuerdos imborrables, hay cientos de anécdotas como para escribir un libro, seguro que él las seguirá contando en esas largas noches de vela...