"Por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida"
ENTRE PUENTES
GUERRA Y CONDICIÓN HUMANA (II)
Hace unos años en 2008, se conmemoraron los dos siglos de la conocida en España como Guerra de la Independencia, contra el invasor francés. Fue una guerra de supervivencia de un pueblo, alzado en armas contra Napoleón. Pero, como en todas las guerras, los horrores se cometieron por los dos bandos. Y ha quedado constancia de ello, tanto por la pluma como por el pincel o el buril. "El día dos de mayo de 1808 en Madrid", con las atrocidades cometidas por unos y por otros, donde se suceden escenas, Una de las más violentas es la que describe cómo dos mujeres del pueblo, acuchillan a un soldado francés que implora clemencia inútilmente. No hay tregua para el vencido, si la ira y la sed de venganza acompañan al vencedor.
España, en medio de tanta tragedia, tuvo la suerte de contar con un pintor de excepción, Francisco de Goya, que sustituyó la alegría colorista de sus cuadros costumbristas para tapices por el negro y ocre oscuro de sus dibujos y grabados, que tituló "Desastres de la guerra". No se puede estampar con más realismo el horror de la guerra y la crueldad de los combatientes. Pero también supo simbolizar la gigantesca masacre en alegoría de la guerra, antes y después de la contienda, un gigante domina la escena, ante cuya vista huyen despavoridos los pobres y diminutos liliputienses, víctimas de la barbarie, ese mismo gigante, sentado y con mirada lastimera, vuelve atrás los ojos y contempla el desolado paisaje, alimentado con la sangre de los vencidos. Así es la historia, pero nadie parece dispuesto a aprender de ella.
No nos engañemos. Nadie puede detener el tiempo ni cambiar la condición humana. Ni los políticos, ni las religiones, ni las organizaciones de ayuda humanitaria. Es una triste conclusión, pero, a mi modo de ver, muy realista. No cabe esconder la cabeza debajo del ala. Ni tampoco hay que abandonar las utopías. Habrá que seguir luchando contra la injusticia, la maldad y las pasiones humanas que desencadenan tanto odio, pero a sabiendas de que el ser humano no podrá cambiar mientras no cambie su cerebro, obediente siempre a la orden suprema de la supervivencia. Lo único que será factible en el futuro es acomodarse a esos deseos irrefrenables de sobrevivir, propiciando una calidad de vida y una armonía de intereses que a todos satisfaga. Es la tarea de las religiones y de los políticos, que han de enterrar ambiciones y privilegios, en la búsqueda de la felicidad, individual y social.
Fermín González- salamancartvaldia.es blog taurinerías