CARTAS DE LOS LECTORES
Actualizado 13/08/2018

La Constitución de 1978 es uno de los mayores aciertos colectivos de nuestra historia y solo desde una profunda ignorancia o desde una malintencionada deslealtad se puede cuestionar sus frutos. Nuestra Constitución tiene dos ejes fundamentales que vertebran todo lo demás: la soberanía del Pueblo Español y la unidad de la Nación española. No cabe duda de que nuestra Carta Magna se puede adaptar a tiempos nuevos, pero siempre bajo un pacto de compromiso, partiendo de análisis serios y rigurosos, desechando cualquier imposición. Y someterlo a la Soberanía del pueblo.

Cuando se pide lealtad, se debe recordar que lealtad es ante todo un sentimiento, una disposición emocional hacia algo, respeto y fidelidad a los compromisos establecidos hacia alguien. En política pedir lealtad hacia una política concreta de gobierno tiene antes que convencer y eso es muy difícil, sobre todo cuando los principios y las ideas son opuestas o no existen por una de las partes. La lealtad no necesita ningún compromiso cuando se pide el estricto cumplimiento de la letra de la Constitución. Esta lealtad debe ser practicada por los partidos políticos, por los organismos del Estado, por las Comunidades Autónomas y por los ciudadanos.

El presidente del Gobierno siempre encontrara apoyo y lealtad en el partido de la oposición, en las dos cuestiones más difíciles por las que está pasando España: la defensa de la unidad de la Nación, amenazada por separatistas catalanes y vascos y el respaldo a la figura del jefe del Estado, puesta en cuestión por la extrema izquierda empeñada en romper España y dividir a los españoles.

Lo que no puede pedir el inquilino de La Moncloa a un demócrata español, es lealtad para una imposición fiscal distinta para cada comunidad, beneficiar a unos en perjuicio de otros, ceder privilegios a los separatistas catalanes y vascos, una torpe política migratoria, volver a la barra libre de gasto y de deuda, la agitación sectaria con los cadáveres empezando con el de Franco. Que lealtad se le puede conceder a un gobernante que hace dos meses se oponía a la reforma laboral de PP, largando un día si y el otro también lo del "Trabajo basura", se negó sin opción a negociar los presupuestos Generales del Estado, voto en contra del techo de gasto, "contra mas gasto mejor" ¡para quien! Mil cargos con sueldos desorbitados. Se ha apropiado, sin moverse, de la buena marcha de la economía, de las mejoras de las pensiones y del acuerdo contra la violencia de género, etc. ¿Que confianza puede dar un presidente que se apropia de todo lo que para él era muy malo para los ciudadanos y no es capaz de cambiar nada para mejorarlo?

No cabe esperar nada de un presidente "nuevo" que ni tiene el voto de la gente y cuyo comportamiento más repetido es en ceder en lo difícil y darle publicidad en lo sencillo. Y este no acierta ni cuando se deja aconsejar, por eso no acierta en nada?

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