En estos días quiero recordar algunos temas ya tratados en el Mirador Musical, actualizando así algo de información, como un interesante estudio de la Universidad de las Islas Baleares, en el que los investigadores que lo han llevado a cabo han descubierto que tocar música aumenta la conectividad funcional de la ínsula con otras regiones cerebrales, logrando, de este modo, cambios en la organización de las redes neuronales.
Esto es realmente interesante porque en la práctica, tocar un instrumento musical, o cantar a cierto nivel de profesionalidad, incrementa la actividad cerebral de áreas como la corteza auditiva, la corteza somatosensorial y la motora, que por otro lado son fundamentales en la percepción musical y la ejecución instrumental.
Anna Zamorano es la doctora del grupo de investigación en Neurociencia Cognitivoafectiva y Psicología Clínica de la Universidad de las Illes Balears que ya había colaborado, tiempo atrás, en otro estudio llevado a cabo en la Universidad de Tübingen (Alemania), demostrando que los músicos profesionales, a diferencia de las personas que no tienen nociones musicales, gozan de una mayor percepción de la información corporal (interocepción), al igual que un visible aumento en la percepción a los estímulos dolorosos.
Todos estos estudios vienen a demostrar cambios positivos en la plasticidad de las regiones del cerebro implicadas en la detección e integración sensorial. Los resultados han sido recogidos mediante una técnica de imagen que mide los cambios metabólicos que ocurren en el cerebro, llamada resonancia magnética funcional.
De este modo, los científicos concluyen que los músicos con más experiencia en la actividad musical tienen una mayor conectividad con las regiones del cerebro que son básicas para la práctica musical.