Representación en la iglesia de Tardáguila
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ALFOZ
Actualizado 30/07/2018
Redacción

La obra teatral del grupo Lazarillo de Tormes supera ya las 200 representaciones

Altarius de Aquila. Precioso nombre romano que derivaría en Otero del Águila en castellano, y que por el continuo uso y en virtud del principio de economía lingüística al que vamos sometiendo todo nuestro léxico, acabaría en derivar en Tardáguila. A esta localidad armuñesa se ha acercado 'Lazarillo de Tormes' para cerrar sus actuaciones del último fin de semana del mes de julio, programadas como bien sabemos con el auspicio de la Diputación salmantina, para seguir cumpliendo los objetivos de que la obra de teatro 'Teresa, la jardinera de la luz' llegue a cualquier pueblo que solicite su puesta en escena. Como la vista que desde un otero se pueda tener de todos los paisajes que lo rodean, este peculiar montaje nos muestra una tan variada y desconocida mirada sobre Teresa de Jesús, que el público que lo presencia adquiere una forma diferente de asistir a la biografía de esta mujer. El guión de la obra además de ser concreto y preciso, se desarrolla con una rapidez que como la mirada de un águila que planea por encima de nuestras cabezas, capta una visión casi instantánea de toda una vida vista en retrospectiva.

San Pedro Ad Vincula es el patrón de Tardáguila y el que da nombre a su iglesia parroquial, reconstruida con los restos de su factura original. Allí "Teresa, la jardinera de la luz" despliega también todos sus medios para pasearnos por un tiempo y una historia que no dejan a nadie indiferente. Un púlpito ante el altar, escenario propicio para lo que se va a desarrollar, alberga a un padre dominico. Un grupo de hermanas carmelitas entran por la puerta de lo que de repente se convierte en la iglesia del convento de Alba de Tormes. Están cansadas del viaje, pero cantan con emoción un Kyrie Eleyson al compás de las notas que un maestro organista arranca de su maravilloso órgano. Estamos en el siglo XVI. Empieza un enconado diálogo, que nos va conduciendo por años de la existencia de una monja, mujer lúcida, de libre inteligencia, pero encadenada como el san Pedro que la observa desde el altar mayor a un amor más fuerte que su vida, el del Hijo de su Dios.

Vestigios ineludibles que nos conducen a un pasado que fuerte en sus huellas habla con un grito silencioso de vidas que han conformado las nuestras. Tardáguila, que en su paisaje de cereales y llanuras roturadas que cambian con el tiempo de sus habitantes, conoció tantos otros, que guardan enmascarados en su entorno los recuerdos de los que por allí pasaron. Cultura romana, reyes cristianos, abolengo señorial, o incluso el descanso de una santa entre las encinas de sus dehesas que tantas leyendas ha regalado a sus habitantes. Todo está ahí para quien sepa mirar. Recuerdos de santa Engracia, san Andrés, que estas gentes honran quizá más como seres humanos, viajeros y testigos, pero personas como cualquiera, como una Teresa, cuyo cansancio encendía su ánimo, y su inteligencia se trocó en la sabiduría que sabe manejar el poder a través de la humildad.

Esta es la hipótesis que tan magistralmente baraja y presenta 'Lazarillo de Tormes' en "Teresa, la jardinera de la luz", y como aval que la sostiene, sólo ha tenido que acudir a sus propias palabras, pues en boca de la carmelita: "en la palabra está todo". Nadie mejor que ella para decir esto, cuando comprobamos la fehaciente realidad de su obra escrita, que nos ha llegado no sólo en cartas y poemas, sino incluso en la narración de sus incansables viajes, o las increíbles experiencias místicas que tanto asustaron a sus coetáneos religiosos, y que la convirtieron en sospechosa de hereje. La naturalidad con la que este montaje teatral nos cuenta en clave de emoción desgarradora e inteligencia irónica, la herejía que siempre supone transgredir la norma preestablecida en virtud de intereses injustos, convierte en completamente verosímil la biografía de una mujer que eligió cómo quería vivir, y con la que la Historia ha tenido que contar para explicar el mundo de la razón y del espíritu.

Ha sido gracias al trabajo de 'Lazarillo de Tormes', lo que ha hecho posible que innumerables espectadores hayan descubierto que detrás de una santa siempre existe una persona con la misma condición que a todos nos marca, una humanidad que también compartió ese Dios en el que creyó. Teresa mujer para ser santa; Teresa santa porque fue una gran mujer. Cuando el público de Tardáguila aplaude, no se sabe bien, si a unos buenos actores, o a unos personajes que siguen su camino por los siglos del tiempo, se entiende la universalidad de los que nos dejan su impronta. Incluso se tarda en ver que la realidad vuelve a nuestras vidas y que las vidas que "Teresa, la jardinera de la luz" encierra no están descansando del camino en las próximas alquerías de Arcillo y Espino, o rezando un "Ora pro Nobis" en la ermita de san Andrés, donde tantas celebraciones han reunido a este pueblo.

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