OPINIóN
Actualizado 30/07/2018
Antonio Matilla

La Liturgia cristiana, antigua de milenios, suele ir a contracorriente. O tal vez sea que las vacaciones son un invento demasiado moderno. Sea como fuere, el hecho es que este año estábamos leyendo en la misa de los domingos el Evangelio de Marcos y, al llegar al período vacacional nos hemos encontrados colgados de la brocha, sin evangelio que llevarnos a la boca, porque el Evangelio de Marcos es más corto que el Marca de hoy. Llegados a este punto, no se les ha ocurrido a los expertos en Liturgia mejor idea que la de leer, durante cinco domingos seguidos, domingos veraniegos, vacacionales, ligeros, uno de los textos más enjundiosos de la Biblia: el capítulo 6º del Evangelio de Juan.

No está mi cuerpo para profundas exégesis veraniegas, así que me limitaré a aspectos colaterales de los textos. A ver, ayer se leía lo de la multiplicación de los panes y los peces, cómo Jesús, con la ayuda de un adolescente, se las ingeniaron para dar de comer a cinco mil con cinco panecillos ?como los de las hamburguesas, pero más delgaditos- y dos peces secos. Lo primero que llama la atención es lo pardillos que eran los apóstoles, que no tenían la costumbre de escuchar y no se habían jalado que tenían que ser "prudentes como serpientes". ¡No se le ocurre al Felipe otra cosa que proclamar a los cuatro vientos cuánto dinero tenía Judas en la bolsa de la Administración: 200 denarios! El equivalente a 200 salarios no les convertía en capitalistas, pero les permitía margen de maniobra económica para ocho o diez días, teniendo en cuenta que el grupo de discípulos lo formaban unas 72 personas. ¿Quién ponía esa pasta? Los pobres, difícilmente; probablemente era cosa de unas cuantas mujeres adineradas que por fin habían encontrado alguien que las entendía, las valoraba y las respetaba.

Pero el protagonista del relato no son las mujeres, ricas o no, ni Judas Iscariote, el Administrador, sino un muchacho, un adolescente, que tenía cinco panes y dos peces y los ofrece generosamente. ¿De dónde los había sacado? Pensando en plan postmoderno diríamos que su madre se los había preparado para la merienda: "¡Ya que te empeñas en ir detrás de ese loco de Galilea, por lo menos llévate la merienda!" Yo prefiero otra interpretación: el crío había estado deslomándose de sol a sol en el campo y prefirió que le pagaran en especie, porque así, además de comerse un par de panes y un pez, podía llevar a su madre y hermanos pequeños el resto y por lo menos comerían algo ese día; pero, entusiasmado con las palabras y el testimonio de Jesús, llegado el momento de la crisis, o sea, de dar de comer a toda esa panda, los pone a disposición de Andrés.

Pero, vamos a ver, esto no me saca de mi perplejidad: ¿se puede dar de comer a cinco mil personas con cinco panes y dos peces o no? Para entender la pregunta hay que traducirla. Voy a intentarlo: ¿Se puede lograr que los jóvenes africanos del Norte de Benín, la región más pobre de uno de los países más pobres del mundo, dejen de jugarse la vida atravesando el Mediterráneo en patera o no se puede? Sí, se puede. Hace pocas semanas que se graduó la primera promoción de electricistas surgida de la Escuela de Formación Profesional de Electricistas de Banikoara, financiada en gran parte por las aportaciones de nuestra Unidad Pastoral (Parroquias de La Purísima, San Martín con San Julián y San Sebastián) bajo la dirección y supervisión de la Fundación beninesa "Vida para todos", liderada por nuestro amigo sacerdote P. Theodore Soume, y de la Fundación "Alaine", nombre de la hija de Ramón Herrera fallecida prematuramente en su adolescencia, pero que cambió la vida de Ramón, asesor financiero, y de su esposa para ponerla al servicio de lo que su hija Alaine más quería: ayudar a los más pobres. Pues bien, estos jóvenes benineses no es probable que se embarquen en una patera camino de Europa porque tienen en las manos un sueño hecho realidad: poder ayudar al desarrollo de su país siendo útiles y tener medios y seguridad para poder fundar sus propias familias en un futuro próximo. Los "doscientos denarios" y más que hemos podido enviar a Benín, junto con la planificación y el trabajo de los protagonistas locales han multiplicado allí los panes de manera que sobran doce cestos que se irán invirtiendo con cabeza y con corazón en el presente y futuro inmediatos. Los milagros siguen siendo cosa de fe y de generosidad; siguen siendo posibles. (Más información en el blog "luzparabenin")

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