OPINIóN
Actualizado 24/07/2018
Daniel Prieto

En unos días -5 de agosto- se clausura la excelente exposición "Iconografía Unamuniana" que desde mayo tiene abiertas sus puertas en la Sala de Exposiciones "San Eloy" de Salamanca.

"¡Cuánto le hubiera gustado al sabio Rector pasar por San Eloy para verse!", comenta un amigo. Una presunción no falta de lógica con quien en sus escritos nunca introdujo el "yo" con disimulo. Pero si nos fijamos, hablar del yoísmo de don Miguel por el contenido de esta Exposición quizá no sea del todo propio.

Existe la certeza -información dada el día de la inauguración por el comisario de la Exposición don Francisco Blanco Prieto-, de que Unamuno, siendo amigo de muchos artistas pictóricos, solo solicitó retratos a Zuloaga y a Sorolla.

Eso sí, don Miguel estuvo solícito a posar para muchos pintores. Piense el lector que para un contemporáneo suyo era un honor tener un Unamuno en su colección. La mayoría de esos retratos se encuentran estos días en San Eloy -¡gran esfuerzo de recopilación!-, además de un elevado número de obras realizadas por creadores ulteriores.

Seguro estoy, como mi amigo, de que don Miguel hubiera pasado por la Exposición "para verse", al igual que para enjuiciar a los autores (también está presente la escultura) y observar el influjo extrapictórico que tuvo su persona en cada uno de ellos.

Pero como nuestro artículo lleva por título el yoísmo de don Miguel, sería bueno conocer la justificación de esa tendencia suya con sus mismas palabras y en su faceta literaria.

En un artículo titulado "Sobre mí mismo" (1913), Unamuno sale al paso de toda posible objeción sobre el antipático "yomeo" (neologismo alumbrado por él como antagónico al tuteo) con este pensamiento: "No faltará lector que al leer el título de este pequeño ensayo cínico se diga: "¡Pero si nunca ha hecho usted otra cosa que hablar de sí mismo!". Puede ser, pero es que mi constante esfuerzo es convertirme en categoría trascendente, universal y eterna. Hay quien investiga un cuerpo químico; yo investigo mi yo, pero mi yo concreto, personal, viviente y sufriente. ¿Egotismo? Tal vez; pero es el tal egotismo el que me liberta de caer en egoísmo".

Para no dejar solo a don Miguel en su egotismo, damos un salto hacia nuestro tiempo, y a finales del siglo XX encontramos a don Francisco Umbral justificando su yoísmo o su yomeo con estas palabras: "Escribo siempre de mí mismo porque soy el conocido que tengo más a mano. Los botánicos, analizando una hoja de un árbol, pueden saber todo de ese árbol. Escribiendo de mí mismo puedo acabar explicándome y conociendo mi propia vida y la de los demás".

Unamuno y Umbral (sin ánimo de comparar, ¡don Miguel ya estuvo en el principio!), tan diferentes, tan distantes universitariamente, con obras tan distintas, viviendo contextos desiguales?, sin embargo, eran tan recios y de firmeza tan parecida, que uno u otro, indistintamente, pueden aparecer como singulares iconos del egotismo.

Para finalizar, una recomendación: En los pocos días que aún quedan, no se pierdan esta Exposición sobre quien fue uno de los representantes de la generación del 98 que, teórica y pragmáticamente, más influyeron en la política y la cultura española del final del XIX y primera mitad del siglo XX.

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