"A la vejez, viruelas". Viruelas son las que tiene la iglesia de San Martín, la más céntrica y la más antigua de las que conservamos en Salamanca. El toresano Martín Fernández tuvo buena intuición cuando animó a sus toreses a fundar en 1103 la parroquia de San Martín, aunque el templo románico no terminara de levantarse hasta setenta u ochenta años después. Los conservadores del Patrimonio artístico y cultural, copiando el lenguaje sanitario, hablan de las "patologías" que sufre el edificio. Siguiendo con la metáfora médica, lo primero que hay que hacer es medicina preventiva: observar concienzudamente los síntomas, que para eso la Fundación de Santa María la Real, con el apoyo financiero de Iberdrola y la supervisión cercana de la Junta de Castilla y León, tiene el cuerpo del edificio monitorizado como si de un paciente en la UCI se tratase. Al igual que pasa en el hospital, hay que vigilar al vigilante, no sea que se le acaben las pilas y el monitor no monitorice.
Mientras no se tenga claro el diagnóstico, lo que sí hay que hacer es cuidar la higiene del paciente: limpiar los tejados, repasar a fondo alguno de ellos, si es que se puede ocupar con grúas o andamios el espacio sagrado de alguna terraza turística, devolver el esplendor a la sacristía ?vaya aquí nuestro agradecimiento a D. Alejandro Amenábar y al gusto artístico de los currantes de la productora de la película recién rodada, que nos la han dejado "niquelada"-, poner una red anti palomas en el patio que oculta más que desvela lo que queda de los ábsides, agradecer al equipo de voluntarias que aseguran semanalmente la limpieza interior, agradecer también a los Servicios Municipales de limpieza que hayan devuelto la primitiva apariencia a los escalones de granito de las puertas del Corrillo y de Quintana, pagar las facturas de luz, gas, agua y todo lo necesario para el mantenimiento y pequeñas reparaciones cotidianas.
Como párrocos, Poli y yo tenemos la encomienda de mantener esta joya (y otras cinco: La Purísima con San Benito, San Julián y San Sebastián con la coqueta iglesita de Santiago, a cual más importante, porque no es cosa de tamaños, que también). De los más de doscientos mil euros que nuestra Unidad Pastoral ha gastado, perdón, invertido, en el cuidado de todos esos templos durante los últimos cinco años, dejando las arcas parroquiales con telarañas fácilmente imaginables, hablaremos otro día. Ahora tenemos que volver a nuestra metáfora:
Estos días debe de estar reuniéndose el "Consejo Médico" de los Bienes de Interés Cultural en Peligro porque en HeritageCare (un programa europeo para la prevención de los desastres en edificios BIC) esperan un diagnóstico antes del 16 de agosto con el fin de hacer recomendaciones "a quien corresponda" para asegurar el futuro de San Martín.
Cuando allá por 1103 el líder de los toreses Martín Fernández decidió impulsar el desarrollo de la ciudad de Salamanca hacia el Norte mediante la erección de una parroquia dedicada al santo de su devoción San Martín de Tours, la Iglesia tenía la capacidad de establecer Impuestos en forma de Diezmos; también había mecenas, dispuestos a invertir parte de su fortuna no sólo en lograr notoriedad y honor, sino sobre todo Salvación eterna; la gente de a pie colaboraba como podía, sobre todo con su prestación personal o aportando su carreta y sus animales, si los tenía, para el transporte. Ahora ?está bien así-, quien tiene capacidad para imponer Impuestos, valga la redundancia, es el Estado, en este caso la Comunidad Autónoma, que es Estado; los mecenas, que haberlos haylos, tal vez siguen buscando la Salud eterna, pero tienen asegurado librarse de algún descenso a los Infiernos en forma de Inspección fiscal, si colaboran en el mantenimiento de los edificios BIC; la Sra. Montero será benévola con ellos. En cuanto a los ciudadanos de a pie, los hay de dos clases: feligreses y turistas; los feligreses colaboran con donativos -¿de dónde habrían salido si no los más de doscientos mil euros invertidos por nuestra Unidad Pastoral de los que hablábamos antes?-; en cuanto a los turistas, un diez por ciento, tal vez menos, colaboran gustosamente con el pequeño donativo que les sugerimos a cambio de una visita guiada al Tesoro Escondido que es San Martín y a los otros templos de la Unidad Pastoral; la mayoría, sin embargo, se niegan a colaborar, bien sea porque andan mal de fondos por la crisis o porque tienen la conciencia clara de que debe ser "otro" el que pague, sea este el Estado o la Iglesia, o los dos, porque a ellos lo que les toca es disfrutar, que para eso pagan impuestos.
En resumen, que San Martín se mantenga en pie y luzca esplendoroso para el disfrute de todos depende de varios factores: La Administración autonómica, que parece estar por la labor de hacerlo, pero que no sabemos qué pensaría si cambiara la mayoría política (hay Elecciones antes de un año); de cara a los programas de fondos europeos, si los hubiere, un cambio de mayoría política no tendría por qué influir, pero en todo caso habría que repetir los procesos, con la consiguiente pérdida de tiempo y el subsiguiente aumento de riesgo si no se interviene a fondo en el edificio BIC; los mecenas no abundan en nuestra tierra, pero Iberdrola, por ejemplo, ya ha colaborado algo en San Martín en el pasado cercano y va a colaborar de forma inmediata en nuestra Catedral; sus raíces hidráulicas salmantinas deberían asegurar su compromiso futuro; los feligreses seguirán colaborando de múltiples maneras, pero son muy conscientes de que los primeros domingos de cada mes la colecta es para los pobres, que siguen presentándose en "la Puerta de los Ganapanes", de los pobres, vaya, de forma similar a como lo han hecho durante los últimos novecientos años y, además, últimamente, con esto de la globalización, están descubriendo que en Benín, por ejemplo, están peor que nosotros y solicitan nuestra ayuda; en cuanto a los turistas, esperemos que ese exiguo 10% que colabora con gusto y conciencia vaya incrementándose. Tendremos que echarle imaginación y simpatía para lograrlo.