OPINIóN
Actualizado 23/07/2018
Rubén Martín Vaquero

En el momento de la invasión musulmana el noreste de la Península pertenecía a los hijos de Witiza -Akhila entre otros- que firmaron bochornosas capitulaciones con los musulmanes para conservar cargos y patrimonios. Pero las necesidades monetarias de los siguientes walíes agarenos les llevaron a mudar con la luna y a romper los acuerdos suscritos. Los intentos de imponer impuestos y tributos provocaron crispaciones y revueltas. Para reprimirlas y restablecer su autoridad, los walíes desencadenaron despiadadas campañas de escarmiento; un huracán de hierro que obligó a los hispanovisigodos a abandonar pueblos y ciudades y a refugiarse en el sur de la Galia y en los escabrosos Pirineos orientales donde nos han dejado bellísimas muestras del arte prerrománico en el valle de Boí.

Sin embargo los islamitas no contaban con suficiente población para repoblar los territorios abandonados, por lo que la ocupación musulmana fue poco significativa -con Abderramán I Barcelona tenía tres mil habitantes y se dedicaba al tráfico de esclavos- limitándose a enviar esporádicas aceifas para afirmar su poder.

Por el contrario los francos, después de derrotar a los sarracenos en Poitiers, se empeñaron en extenderse hacia el sur para asegurar sus fronteras y detener en ellas a los musulmanes, utilizando como ariete las vidas y lanzas de los hispanovisigodos.

La ofensiva puso en fuga a las escasas guarniciones agarenas y hacia el año ochocientos los francos se habían establecido en Gerona, el Ampurdán, Besalú, Cerdaña, Urgell, Vic y Barcelona. Territorios que santificaron y pusieron bajo el gobierno político y militar de condes nombrados por el rey franco, conformando la Marca Hispánica, que fue repoblada con los descendientes de los hispanogodos.

A finales del siglo IX el conde de Barcelona, Wifredo[2] el Velloso, jurídicamente vasallo del rey franco aunque independiente en realidad, ocupó todos los condados de la Marca Hispánica y se hizo llamar marqués. Sólo ocho años pudo disfrutar del título porque en el ochocientos noventa y siete cayó en el campo de batalla luchando en Lérida contra los islamitas.

Le sucedieron sus hijos en una especie de gobierno comanditario de todos a todo, que dio excelentes resultados hasta que la muerte de los hermanos mayores dejó solo al más pequeño, el osado Sunyer, que tras hacer un alarde de sus mesnadas se negó a prestar juramento de vasallaje al rey franco y se mantuvo en el poder hasta el año novecientos cuarenta y siete.


Territorios peninsulares incorporados al imperio carolingio durante el reinado de Carlomagno.

[2] Dinastía Casa de Barcelona: Wifredo (870-897), Wifredo II Borrell (897-911), Sunyer I (911-947), Borrell II (947-992), Borrell III (992-1017), Berenguer Ramón I (1017-1035), Ramón Berenguer I (1035-1076), Ramón Berenguer II (1076-1082), Berenguer Ramón II (1076-1097), Ramón Berenguer III (1097-1131), Ramón Berenguer IV (1131-1162). Dinastía de la Corona de Aragón con Alfonso Ramón II (1164-1196) y monarcas sucesivos.

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