Adela Cortina inventó hace años el término aporofobia compuesto a partir del griego -á-poros ('sin-recursos', 'pobre'), y fobos, 'miedo'). Surgió de la necesidad de resaltar la situación de pobreza como motivo principal de la exclusión de los extranjeros. Ella misma escribió más tarde el libro Aporofobia, el rechazo al pobre, para explicar el fenómeno en toda su amplitud y hace poco lo recogía el Manual de español urgente de Fundéu.
Abaratando la palabra yo la cambiaría por pauperofobia que dice lo mismo pero con más normalidad y la opondría a ricofilia, pues ninguna de las dos puede existir sin la otra y la segunda se entiende sola. Incluso vulgarizando los términos propondría como sinónimos pobrefobia y dinerofilia, que se entienden a la primera.
Es el mismo fenómeno con dos caras y se ha instalado en el mundo entero con una contundencia que no admita excepción alguna. Las personas ricas ?millonarios, cantantes, famosos de buena o mala nota, actores, deportistas, políticos, herederos de fortuna y similares- van y vienen por todo el mundo sin tener que saltar vallas ni pasar apuros en las fronteras ni aguantar una mirada hostil en el autobús, sean de donde sean y vayan adonde vayan. No hay problema, son ricos y basta, sean negros o de colorines.
Pero ay del diferente, si no es rico... Si es negro vivirá aperreado y si es blanco, también, aunque un poco menos. El pobre de piel blanca es un perdedor despreciado por mucha documentación que tenga, pero si es negro lo es mucho más y con un plus de violencia añadida que puede despuntar en cuanto se la empuje un poco. Y si no tiene papeles, está perdido y lo mejor es que no llegue hasta aquí que para esos están las vallas y fronteras y si ha llegado, que se largue como sea. O al menos que se haga invisible. Así de crudo.
Es un virus letal, porque mata el alma, anula el corazón y nubla la mente. No está aún documentado pero se dice que a más desprecio al pobre menos capacidad intelectual y a más respeto a todos mayor lucidez mental. Creo que es verdad. Se puede llamar aporofobia, pauperofobia o pobrefobia, pero en todo caso el individuo que la padece se siente justificado en su odio y aunque no tenga razones ni lo nota; aunque no tanga alma, no lo sabe y aunque pierda el corazón ya no es capaz de recuperarlo. Es un enfermo social, muchas veces ya crónico y en general tiene muy difícil recuperación. Incluso la sociedad en general y la peripecia diaria de reacciones y conversaciones agravan el padecimiento hasta extremos prácticamente incurables.
Todos conocemos personas así, algunas manifiestan claramente su aporofobia y se les nota al momento la enfermedad, pero muchos, más de lo que perece si es que no son mayoría, pasan casi desapercibidos para quien no tenga un ojo más o menos clínico. Pueden pasar por patriotas, por estadísticamente enterados, por socialmente preocupados hasta por religiosos (¡ay, el islam!) incluso y ocultan, hasta para ellos mismos, su grave e inhumano padecimiento.
Y como es sabido la pauperofobia tiene por su cara de enfrente otra enfermedad no menos mortal y endémica, la ricofilia. Un rico negro puede no tener papeles antes de venir a Europa, pero puede conseguirlos a punta de casi nada. Le pondrán puente de plata o patera de oro si tiene que atravesar el mar y le extenderán alfombras de seda en el pasillo si tiene que hacer camino por estas calles de occidente. Hasta en tribunales, juicios, cárceles y fronteras recibe tratos diferentes y trato a su medida exacta en cada situación; hay una especie de trata de ricos que los lleva y los trae en medio de todas las ventajas. Aunque a veces entre ellos hay intereses tales y tan cruzados que pueden ser mortales para algunos. Hay ejemplos conocidos.
Estas personas, ricas y poderosas, se adueñan de todos los espacios visibles, ocupan las primeras noticias y se instalan en las portadas, son novedad constante y se mueven admirados y adorados con diversidad de ritos y adulaciones. Además de variados lujos se permiten el lujo de decidir el mal y el bien, lo actual y lo demodé, lo que se lleva y lo que ya no vale, lo honesto y lo deshonesto. Imponen la ley, la moral y los buenos modales. Dominan ese gigantesco mercado que es el mundo mundial.
Por cierto esto es tan viejo que una vez, en Mateo 25 y en muchos lugares más, Jesús, el galileo Hijo de Dios, lo dijo ya en alto y en claro. Y ya es hora de que nos enteremos?