OPINIóN
Actualizado 17/07/2018
José Javier Rodríguez

La Mutilación Genital Femenina es un grave problema social y una innegable violación de Derechos Humanos y, por ende, es uno de los campos de trabajo de Amnistía Internacional desde la década de los 90. Pese a la más que evidente vulneración de Derechos

Nuria Heredero Rueda

Activista por los Derechos Humanos

La Mutilación Genital Femenina, según la definición aportada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), comprende "todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos"; por lo tanto, hacemos referencia a prácticas de índole distinta, pero que tienen como común denominador un listado extenso de consecuencias para la salud física, psicológica, sexual y reproductiva de las mujeres y niñas víctimas (desde hemorragias hasta producir la muerte). La refutación de la justificación de dicha práctica no solo debe radicar en su dañinas consecuencias, sino también en su incompatibilidad con los pilares que deben regir nuestras sociedades: la igualdad entre mujeres y hombres.

La Mutilación Genital Femenina es "justificada" por aquellos que la ejecutan como mecanismos de purificación, embellecimiento y control sexual y reproductivo de las mujeres. Esto, en definitiva, se traduce en un medio de control y dominación del hombre sobre la mujer. Una práctica vulneradora de derechos que, a diferencia de la idea generalizada, no solo afecta a mujeres y niñas del continente africano, sino que, como consecuencia de los movimientos migratorios, tan característica de la globalización, se ha expandido al resto de continentes (en Europa cerca de 180.000 mujeres y niñas han sido o están en riesgo de ser víctimas de Mutilación Genital Femenina al año). La internacionalización de dicha práctica ha exigido la redacción y elaboración de múltiples textos legislativos, tanto a nivel interno como internacional que, pese a sus deficientes prácticas, permiten extrapolar el cariz punitivo y prohibicionista común en todos los Estados.

De igual modo, tampoco es acertado referirnos a la Mutilación Genital Femenina como una práctica vinculada con la religión islámica, a pesar de ser una concepción extendida en la sociedad, debido a que ninguno de los textos sagrados islámicos (el Corán, los Igma, los ahadith y las fatwas) hacen referencia a esta práctica, incluso es contraria a algunos de sus preceptos; además de que tampoco se realiza en todos los países que tienen como cultura dominante el Islam.

Todas estas afirmaciones se basan en un conjunto de datos empíricos que dibujan un panorama para nada alentador: a nivel mundial, se calcula que hay al menos 200 millones de niñas y mujeres mutiladas (44 millones de niñas menores de 14 años); al año se mutila a cerca de 3 millones de mujeres y niñas. El conocimiento de la dimensión de esta grave vulneración de Derechos Humanos de mujeres y niñas es clave para concienciar y movilizar al colectivo social e institucional y lograr la erradicación de la Mutilación Genital Femenina. De ahí que se haya destinado el día seis de febrero como el Día Internacional contra la mutilación genital femenina, como forma de difundir el mensaje de "repulsa" hacia dicha práctica.

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