OPINIóN
Actualizado 12/07/2018
Juan José Nieto Lobato

Ayer a mediodía se confirmaban las previsiones: el Club Baloncesto Tormes militará en la liga LEB Plata y traerá de nuevo, más de veinte años después, el baloncesto masculino profesional a nuestra ciudad. Lo hace tras firmar un convenio con el Club Baloncesto Fuenlabrada que debe aportar, además de ilusión y motivos para la esperanza, una enorme riqueza en forma de conocimiento a través del contacto entre las dos entidades, sus directivos y técnicos, quienes se codearán con los mejores profesionales de nuestro país en áreas tan distintas como el scouting o la preparación física. Toda una suerte.

Toda una suerte que parte de una apuesta ambiciosa, rara avis en un territorio de ADN conservador y poco propicio para las inversiones arriesgadas. Es de todos sabido que tras cada recodo de nuestro casco histórico se esconde alguien que desea la caída del otro, tras cada barra de bar un agorero centrado en cada uno de los hándicap de esta como de todas las operaciones que rebasan las expectativas del ciudadano medio, funcionario o aspirante a, y descuadran, volviéndola oblicua y demoníaca, la geometría tradicionalmente recta de sus pilares vitales o morales.

Se abre, de esta manera, una ventana de posibilidades que el jugador de cantera salmantino, tradicionalmente condenado al exilio (exterior o interior) debe saber aprovechar. Posiblemente no sea la LEB Plata el destino natural de jugadores de dieciocho años, salvo que militen en los combinados nacionales o tengan experiencia en canteras ACB, pero el hecho de hallar en el horizonte una forma de concebir un futuro profesional o semiprofesional, poder observar de cerca a quienes llegaron a conseguirlo, limita el número de excusas que actúan como profecías. Ahora los medios están a su alcance. Lo lógico es que el nivel no deje de subir.

Sin embargo, sin minimizar los impactos antes reseñados en forma de transferencia del conocimiento y aproximación del baloncesto profesional, lo que más deseo es que esta apuesta se consolide en el tiempo y provoque la renovación de una cultura de baloncesto en nuestra ciudad que acompañe y vaya más allá de los destacados éxitos del Perfumerías Avenida (campeón de Europa en 2011 y vigente de liga y copa), que enraíce en los parques e inunde las conversaciones de lunes por la mañana en la cola del pan, el bus a San José y, sobre todo, en los patios de los colegios, esos centros escolares que, en muchos casos, intentan educar de espaldas al deporte, ignorando el poder que un balón y dos canastas pueden tener en la vida de un niño.

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