OPINIóN
Actualizado 28/06/2018
Manuel Rodríguez García Marogar

En este período de junio y julio, en el que se celebra el "Mundial Rusia2018", todo el ambiente se ha centrado exclusivamente en la élite futbolística. El despliegue televisivo es amplio, la publicidad, el marketing invierte ampliamente en todo el proceso deportivo. Las crónicas cuentan la épica de los equipos, sus jugadores, entrenadores y aficiones. Y los espectadores toman partido, como es lógico, por su país de origen. El Campeonato ya está dando sorpresas en la primera jornada, pero, al final, es posible que se clasifiquen los más dotados, esa es la tendencia histórica. Lo que no se ha prodigado tanto en los medios de comunicación ha sido el "Mundial de fútbol para ciegos" que se celebró en España por segunda vez, y "La Roja" obtuvo el quinto puesto.

Jugaron 16 selecciones de países de cuatro continentes, es la primera vez que contienden tantos equipos, la final se celebró entre dos eternos favoritos, ganando Brasil a Argentina. El máximo goleador fue el brasileño Ricardinho, con diez tantos. A la entrega de trofeos asistió nuestro paisano Vicente del Bosque. Hubo espectadores con banderas y caras pintadas, como en cualquier campo de fútbol, pero la hinchada estaba muda la mayor parte del encuentro y cuando se alborotaban por una falta, el "speaker" los mandaba callar por megafonía, así como con carteles escritos esgrimiendo dicha actitud de silencio. Y todo ello porque el silencio es lo más importante en un campeonato de ciegos ya que los jugadores deben oír bien el balón (lleva dentro un mecanismo para que suene mientras rueda, como si fuera un sonajero).


Se colocan unas vallas laterales que evitan que el balón salga del campo de juego, no existe el fuera de juego, tampoco pases aéreos, los futbolistas deben gritar "voy" para evitar golpearse lo cual orienta al rival; en los penaltis se orienta al "chutador" con una vara que golpea los postes de las porterías. Los cuatro futbolistas invidentes de cada equipo llevan una especie de máscara sobre los ojos por cuanto no todos tienen el mismo nivel de ceguera. Las plantillas de los equipos se componen de ocho jugadores invidentes y dos porteros, éstos no son ciegos. "El entrenamiento requiere adaptaciones de seguridad y es muy importante crear un vínculo de confianza para que confíen plenamente en ti. Tienen que fiarse de nosotros, orientarse con nuestra voz", asegura uno de los entrenadores. Definitivamente, y nunca mejor dicho, en esta especialidad "el fútbol está en la cabeza".

Salamanca, 28. Junio. 2018.

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