OPINIóN
Actualizado 21/06/2018
Félix López

Las últimas estadísticas demográficas reflejan el descenso de la natalidad en España. Se pensaba de manera un poco superficial que se debía a la crisis económica, aun no superada por mucha gente.

Es seguro que cada mujer o pareja tiene razones personales diferentes, todas respetables, porque tener hijos no es una obligación de las personas concretas.

También sabemos que los gobiernos deben facilitar la libertad de las personas para tomar esta decisión, especialmente con mejores trabajos, así como con programas de ayudas.

Pero, ¿son las razones económicas las únicas o las más importantes? No podemos estar seguros. Los datos confirman que en los pueblos y ciudades más ricas no nacen muchos más niños o niñas que en los más pobres. Por otra parte, las mujeres emigrantes y las parejas de emigrantes tienen más hijos que las que nacieron en España.

Vale la pena reflexionar sobre las posibles causas. Haga usted un listado y compárelo con el que le propongo (sin ordenar), no supongo que mi lista sea mejor que la suya:

-Las mujeres y las parejas no se sienten presionadas para tener hijos. Se saben y siente libres de tomar esta decisión.

-El control de la natalidad permite elegir el número de hijos, que suele estar entre uno y dos.

-En el caso de embarazos no deseado, no son pocas las mujeres que deciden abortar.

-También pueden elegir el momento, retrasando la maternidad, que entre otros efectos se asocia con pérdida de fecundidad y la mayor posibilidad de decidir no tener hijos o recurrir a las técnicas de fertilidad, hoy una práctica muy extendida con el nacimiento frecuente de dos crías, a la vez.

-La fecundidad es un valor en declive frente a otros propios de una sociedad liberal y de consumo.

-El ocio y las diferentes formas de gozar de la vida, han recobrado peso, frente al costo de cuidar a las crías o a los viejos.

-La inestabilidad de las parejas o el miedo a ella, gracias a la libertad para desvincularse.

-La falta de trabajo estable o bien pagado, en una sociedad de consumo en la que el costo económico de los hijos se ha disparado.

-La falta de ayudas a la mujer y a la familia.

-Las dificultades para compatibilizar trabajo y maternidad o paternidad.

-Las mujeres han tomado conciencia que sobre ellas recaían los cuidados de los hijos y los viejos, sin que la mayoría de los hombres hayan cambiado. La igualdad parece hacerse con rebajas: ni nosotras ni nosotros estamos dispuestos a comprometernos con los cuidados de niños y ancianos.

Como resultado de muchos factores, ni los valores dominantes, ni las ayudas sociales parecen favorecer esta decisión. No es tiempo para tener hijos y, en el otro extremo, ni para ser viejos.

¿Qué podemos hacer para resolver este problema demográfico?

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