OPINIóN
Actualizado 20/06/2018
Elena Sánchez / Andrés López

Hay que destacar que actualmente en España estos productos o paquetes turísticos no convencionales de turismo rural no cuenta aún con un mercado definido y estable. Existe efectivamente un mercado pero está muy disperso y resulta difícilmente accesible. Hay que realizar por tanto esfuerzos de promoción mucho mayores y los resultados económicos favorables también hay que planteárselos a un mayor plazo, debido a que el mercado tardará en "entender" este nuevo tipo de turismo y en responder adecuadamente a él.

Otra faceta negativa es que la creación y puesta en marcha requieren una inversión muy superior a cualquier producto convencional debido a su mayor complicación estructural y por desarrollarse en áreas sin infraestructuras turísticas y con muy poco o ninguna tradición turística, ni comercial, lo que dificulta y alarga sensiblemente las negociaciones para acordar, por ejemplo la contratación de una cama a un precio determinado, un tipo de comida y su precio, etc. y en general para conseguir una condiciones técnicas y económicas satisfactorias para ambas partes. En muchos casos la ausencia absoluta de infraestructura de alojamientos obliga a entablar largas negociaciones con los vecinos del pueblo para la contratación de camas privadas e incluso cenas o desayunos en casas particulares para los clientes o visitantes. En otros casos el acondicionamiento de las casas en edificios de arquitectura popular singular resulta más caro que la creación de oferta de una nueva construcción.

Se ha de buscar un sistema de comercialización adecuado al producto que se desea ofertar. Aquí es donde debe radicar la diferencia con una oferta "sol playa". De confeccionar un producto adecuado y ofertarlo y publicitario de forma adecuada surgirá una comercialización correcta y dirigida al público que los gestores deseen, tanto en cantidad como en calidad.

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