OPINIóN
Actualizado 15/06/2018
Aída Acosta Alfonso

La primera de las sentencias es la respuesta del Supremo de Estados Unidos, dándole la razón a un pastelero, al cual los jueces de su Estado habían condenado. La pregunta es: "¿Es ilegal que un comercio rechace a un cliente en función de su raza, religión u orientación sexual. Pero en su argumentación, el pastelero Jack Philips se define como artista y apela a la libertad expresión, primera enmienda de la Constitución, para defender su derecho a no elaborar una tarta nupcial para homosexuales. No les discrimina a ellos, dice, porque está dispuesto a venderles, dice, cualquier otro dulce. Pone como ejemplo que tampoco elabora tartas con motivo de Halloween o con mensajes ateos?"

¿Qué habría decidido usted?, ¿Considera al pastelero Homofóbico y le condena, o le declararía inocente respetando su derecho a no atender la petición de los homosexuales?

La segunda es una sentencia de Corte Europea, a favor del derecho de una pareja de homosexuales que quieren vivir juntos en un país del Este de la Unión que les negaba el derecho a la reunificación familiar (basándose en que en este país, no se reconoce el matrimonio homosexual). Esta postura europea parece que indirectamente legaliza el matrimonio homosexual en toda la Unión.

¿Cómo valora este caso y sus implicaciones?

Por nuestra parte, recibimos bien toda noticia que mejore la legislación sobre esta diversidad sexual saludable. Creo que ambas sentencias reflejan muy bien el peso que la religión tiene en Estados Unidos a diferencia de Europa, una sociedad más laica y secularizada.

En el primer caso, una cosa es la libertad de los artistas y otra la de un trabajo que consiste en vender tartas en un lugar público, en un país laico, no confesional. Un conflicto innecesario que podrían y deberían haber solucionado con tolerancia y respeto el pastelero y los homosexuales.

En el segundo, nos alegramos que Europa no sea solo una unión económica, sino también un conjunto de países en los que se exigen derechos civiles básicos. ¡Felicidades Europa!

Y me pregunto, ¿por qué no unificamos la legislación sobre la infancia, la edad de consentimiento sexual, las formas de maltrato sexual y tantas otras cosas que hagan de Europa la Unión de los Países Ilustrados, tomando como referencia los valores de igualdad, fraternidad y libertad? Seguiremos soñando, frente al caos autonómico español (con tantas leyes diferentes sobre derechos y servicios que debería ser iguales) y el caos europeo en tantos temas. ¿Sabe usted que los derechos de la infancia, de hecho, son distintos en diferentes autonomías españolas y, por supuesto, entre los países de la Unión Europea? Llorar o soñar.

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