OPINIóN
Actualizado 11/06/2018
Rubén Martín Vaquero

El día 18 de julio de 1936 se rebeló el ejército, secundando a las unidades sublevadas en el norte de África. En Valladolid los generales Saliquet y Ponte tomaron Capitanía, detuvieron al general Molero y sacaron las tropas a las calles, ante lo que en Salamanca el gobernador militar, general García Álvarez, reiteró públicamente su inquebrantable lealtad a la República y a la Constitución. Todos le creyeron, mas los regimientos salmantinos, el de Calatrava de caballería y el de la Victoria de infantería, pertenecían a esa VIIª región de Valladolid, por lo que, cuando llegaron las noticias de lo ocurrido en aquella ciudad, el gobernador militar declaró el estado de guerra y se sumó al levantamiento. Hubo un intento de resistencia en la Diputación y en la Casa del Pueblo, pero ni tenían armas ni podían huir a Portugal, porque el país vecino había cerrado las fronteras. Esa noche detuvieron al alcalde Casto Prieto, al diputado socialista Andrés y Manso y a las personalidades más significadas de la izquierda. Al día siguiente los militares ocuparon cruces, plazas y salidas de la ciudad. Por la mañana un oficial al frente de un grupo de soldados leyó en la Plaza Mayor el bando del general Saliquet declarando el estado de guerra y uno de los presentes disparó sobre la tropa hiriendo a un suboficial. Los soldados respondieron con fuego resultando muertas cinco personas y dieciséis heridas. En el barrio de los Pizarrales hubo algunos altercados que fueron rápidamente sofocados y el día 21 se convocó una huelga general escasamente secundada.

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