Me complace difundir tres poemas escritos en Italia por Ilia Galán. Este burgalés del mundo estuvo por Salamanca, entre otras ocasiones, invitado para participar en el XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en octubre de 2014.
Galán (Miranda de Ebro, Burgos, 1966), es profesor Titular de Estética y Teoría del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid y profesor invitado en las universidades de Oxford, Harvard, la Sorbona, New York University, etc. Columnista habitual en El País, y otros periódicos. Entre sus libros, editados en varios idiomas, destacan las novelas: Tequila sin trabajo (2000); Tiempos ariscos para un extranjero (2001) y Todo (2004); los poemarios: Tempestad, amanece (1991); Arderá el hielo (2002); Amanece (2005); Ars Sacra (2011) y Umbria al sol (2013); de su poesía se han editado cuatro antologías, siendo la última Transgótico fulgor' (Sapere aude, Asturias, 2015, pp. 294. En teatro ha editado: Después del Caos (2011); Teatro en el templo de Salomón (2013) y Pintar el Crimen de los símbolos (2014).
Galán semejando a Proteo Glauco
Perugia, 22 de noviembre de 2005
Viento helado me corta la palabra
desde las montañas nevadas.
Los bosques se agazapan arrojando lejos
sus hojas ya muchas veces escritas.
El monasterio de Mendiluce ora por nosotros entre cipreses y pinos
con el antiguo amor de San Francisco.
La naturaleza es dura ahora, pero rodea mi ciudad
con el antiguo amor de San Francisco
y las construcciones maestras de la antigüedad
se funden con ella entre las nubes,
las torres de la iglesia, las cúpulas abiertas al último rayo
de sol.
Con el antiguo amor de San Francisco.
De las ventanas góticas en el Palacio de los Priores no salen cantos
ahora
pero unas flores de piedra labrada acogen a la paloma
mientras las campanas de la catedral
que mil esfuerzos de aprendiz construyeron
resuenan en la ciudad cantando la música de los astros
henchida de misterios.
Estoy en la terraza como un maestro,
solo, aguardando el encuentro con los compañeros,
el cielo deja salir al sol y una hoja amarilla
pasa por encima corriendo con su mensaje incierto.
Los tejados musgosos se derraman a mi alrededor
dejando las aguas de unos sobre los otros.
Esta ciudad de terremotos continúa creciendo
y elevando hacia lo alto sus monumentos.
Por eso te sigo escribiendo, sol de mis días,
aunque te dé la espalda, porque hacia ti siempre
anhelamos arrojar los pasos
incluso cuando más intenso es el frío
y la pluma seca su sangre entre mis dedos congelados.
Perugia, sobre la ciudad, desde la terraza del hotel Fortuna,
habitación 502, uno de febrero de 2007
Palomas de paz y cuervos que sonríen a lo siniestro
vuelan en torno a mi atalaya,
pero ya no hay terremotos
que infundan descolorido negro.
Detrás de mí, un sol impregna el día
y la ciudad más bella del mundo
se deja mirar, desnuda, ante la más voluptuosa
mirada de mis ojos de mármol verde y azul,
pues sabe que amo.
Las montañas y bosques circundantes
guardan a los frailes de San Francisco
donde siembran sus oraciones
en los monasterios cercanos.
Crecen las hierbas en el duro
invierno que dará flores y frutos
pese al infierno y
tú, amor, estás cada vez más cerca;
el tiempo se estrecha estrangulado
por nuestras despellejadas manos
y el pájaro de hierro aguarda
tu llegada para cruzar mares y
los países más habitados por los sueños.
La esperanza mezcla tus recuerdos
con flechas de imaginación que se clavan
ora en mi pecho, ora en el tuyo,
ahora que te devoro la sombra
a besos en una hora en que otros laboran
mientras Amor me exprime los versos
en un cuenco.
Ancestrales leyendas fluyen en torno
a estos tejados de lujuriosa belleza
y sólo tu cercanía esperan
para sentir la plenitud de otro Renacimiento.
Las campanas de un cercano templo
se confunden con la música de un mendigo,
vagabundo,
caen las horas en las húmedas callejas
de otra ciudad eterna, como olas
que inundan con tu sonrisa
una mirada amorosa que nos fecunda
los símbolos diseminados
en los rincones de la historia.
Amor mío, te espero, te olfateo
en el viento del futuro
y mi boca de lobo se hace agua
suspirando por el beso.
Te vislumbro ya viniendo
y, esperándote, esperar ya no puedo.
Galán con el Orco, en Bomarzo (2013)
Aeropuerto de San Egidio, Umbria, 2 de febrero de 2007
El ave vuela por el tiempo
devorando los minutos
que a mí, lentos, se me atragantan
destrozándome el vientre:
pequeñas dosis de veneno.
Espero y el corazón bombea
al cuerpo entero el hálito de la eternidad.
Sopla divina la fuerza de Amor
que recorre cada rincón de mi caverna,
río de anhelos, torrente del tierno deseo,
mar de esperanza que fluye o
reposa por mis venas...
Te acercas, Amor, encarnado en un rostro
que reclama con ojos empapados de cariño
mil y un besos a cada instante.
Te acercas y temo el momento
porque todavía hemos de viajar
mucho uno dentro del otro.
Te acercas y las ideas, las costumbres,
los sentimientos tiemblan
en una sala de espera, reclamando
el encuentro y la construcción común
de nuevos cimientos.
Se eleva poco a poco el edificio
de nuestras ilusiones.
La fantasía se transforma
en fuertes columnas de piedra,
capiteles, muros, ventanas y puertas.
Abro unas y otras para
que tus alas hallen los caminos
del aire que trazaron los símbolos
del ósculo
y espero que te poses
en mi alma como yo en la tuya,
fecundados por la Paloma del Sol,
en un espíritu infinito
donde nuestra morada crece,
se levanta y se alza
al más alto cielo de los cielos.
Ilia Galán leyendo sus poemas en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)