OPINIóN
Actualizado 15/05/2018
Francisco Delgado

Ni en política nacional ni en política internacional. Tampoco en lógica y capacidad de expresión verbal; pero este tema se lo dejaremos para los humoristas, que tienen ahí un filón para muchos años. Le ocurre en los asuntos nacionales e internacionales como si sufriera un estrabismo mental tan acusado que pareciera ver borroso lo que está a gran distancia y deformado, hasta irreconocible, lo que tiene delante de él.

Vayamos primero a los asuntos que más pueden repercutirnos, los de política nacional. Si nos fijamos en los últimos acontecimientos de ámbito nacional, su miopía es preocupante: unos días antes de la gran manifestación del 8 de marzo de, quizás, millones de mujeres españolas en las calles, revindicando igualdades, libertades, respetos, respondió a la periodista de la SER a una pregunta sobre igualación de salarios entre mujeres y hombres: "En ese asunto mejor no meternos". Fue como la señal de salida de una protesta de las mujeres españolas como nuestra Historia nunca ha conocido.

Sobre los resultados y consecuencias de la sentencia en el juicio de la "manada" su pertinaz silencio revela que aún debe estar saliendo de la sorpresa de que se haya organizado tal gigantesca "movida", nacional e internacional, por una "puntual anécdota". Las declaraciones de su ministro de justicia contra la sentencia han terminado de liar el muy revuelto estado del poder judicial.

El estrabismo, miopía o ceguera de Rajoy ha sido de magnitudes al menos similares con los pensionistas en lucha. Los dos mensajes de su gobierno hacia los jubilados "haceros seguros privados", "si ahorráis un poco cada mes podréis sobrevivir", "no se pueden subir más las pensiones", fueron a parar a algún agujero negro intergaláctico: las calles se llenaron por primera vez de jubilados y pensionistas que ni siquiera con la medida de la subida del IPC para este año, propiciada por el PNV, han abandonado sus puestos de batalla. Todo parece indicar que en esta lucha Rajoy va a perder miles de votos?y quizás su último estandarte.

Pasemos a la política internacional. Solo un ejemplo. Hace unos pocos meses (¡qué rápido pasa el tiempo!), cuando acababa de estallar el enfrentamiento con el independentismo catalán, unos días después del frustrado referéndum, Rajoy hizo un viaje relámpago a Washington supuestamente a "entrevistarse" con D. Trump. Pocos días antes había dado la orden de expulsión de España del embajador de Corea del Norte, en ese momento enemigo número uno de EEUU. La intencionalidad del viaje parecía clara: "yo te echo al embajador coreano, y a cambio tú haces unas declaraciones apoyándome frente al independentismo catalán". Otra vez su estrábica mirada falló: ni Trump se posicionó claramente con la política de Rajoy, ni un par de minutos de comparecencia conjunta sirvieron para ninguna mejora de imagen del líder pontevedrés. Todo ha derivado, en este tema, hacia la dirección opuesta: la única victoria significativa de Trump ha sido influir en el encuentro entre las dos Coreas y en una distensión importante del peligro nuclear en esa zona.

Los abrazos y aplausos de Rajoy a sus colaboradores más fieles suelen terminar en dimisiones o ceses del abrazado o aplaudido.

Está visto que solo la lectura del "Marca" no capacita para dignificar, sino para estropear más la "marca" España.

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