OPINIóN
Actualizado 14/05/2018
Rubén Martín Vaquero

El movimiento obrero en España tuvo sus orígenes en el excedente de mano de obra campesina, y en el desempleo provocado por el fin de los gremios y la llegada de las máquinas. Un totum revolutum de rápido crecimiento en el que campesinos y antiguos artesanos sólo pudieron optar a un escaso salario y a crecidas jornadas laborales de catorce o dieciséis horas diarias, seis días a la semana y sin ninguna esperanza de promoción social, porque el analfabetismo era norma y las cadenas de miseria irrompibles. En caso de accidente o enfermedad los trabajadores y sus familias, cargados con su desgracia, se acogían a la beneficencia religiosa o a la caridad pública, porque las leyes sociales brillaban por su ausencia y no había ni seguro de accidentes, ni de desempleo, ni de enfermedad, ni de invalidez, ni de vejez. La rígida legislación que aprobaba las Cortes beneficiaba a los patronos, no en vano los partidos políticos que estaban en el poder representaban los intereses de las oligarquías financiera, industrial, comercial y terrateniente. Ordenanzas acosadoras que prohibieron las asociaciones obreras y las huelgas, porque atentaban contra la libertad de producción, el progreso y la grandeza de la Patria. Los trabajadores, figurantes necesarios de paso corto, no pudieron participar en la vida política ni como electores, debido a que el sufragio censitario les impedía votar, ni como elegibles porque la ley exigía ser poseedor de un determinado nivel de renta para ser diputado. Otro agravio comparativo, en muchas ocasiones trágico, fue el Servicio Militar. Los jóvenes de las familias más humildes, como no podían pagar el canon de redención que les libraba del alistamiento, tenían que incorporarse al ejército y por tanto a las continuas guerras en las que estuvo embarcada España en el siglo XIX. Esto llegó a provocar violentas revueltas como la de la Semana Trágica de Barcelona. Lo más irónico es que, en ocasiones, el ejército actuaba como brazo armado de los intereses de las oligarquías reprimiendo movimientos y revueltas sociales, como en Arahal o en Loja.


[1] Huelga general declarada en Barcelona (26-7-1909) para evitar el embarque de reservistas catalanes con destino a la guerra de Marruecos. El ejército la reprimió violentamente.

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