"Para ti, el momento más hermoso es el momento presente. Vívelo con plenitud, en el amor a Dios. Tu vida será maravillosamente hermosa si sabes convertirla en una especie de mosaico luminoso formado por millones de esos momentos" Nguyén Van Thuan, Camino
En estos días tenemos una cita con la feria del libro, pero nos comentan que la lectura está en horas bajas a pensar que el tiempo de ocio ha aumentado en los últimos 30 años. Comentan los editores que está disminuyendo de forma exponencial, cada vez se lee menos, los medios digitales, los videojuegos, la televisión, llenan el ocio de muchos jóvenes y adultos, a la par que se está diluyendo la pasión por el libro. Por otro lado, se aprecia una importante brecha lectora, no solo entre hombres y mujeres, que son las que más leen, sino también generacional.
Leer un buen libro puede ser una experiencia única, es el mejor medio contra la anestesia vital, con ellos tenemos una visión más honda y amplia de la realidad. Con la lectura, el ser humano es capaz de transcender y salir de su mismidad y poder habitar otras realidades. Nos lo recordaba Félix de Azúa, "imaginar mundos quiere decir habitarlos y por consiguiente, imaginar posibles modos de habitar el mundo". El tiempo de los libros es el tiempo del pensamiento, de la reflexión, que de forma paciente secuestran nuestra atención para llevarnos a las alturas de la razón.
Desde estas premisas me atrevo a recomendar un libro, difícil aventura, ya que si la lectura escasea en nuestros tiempos, más todavía la del libro religioso. A la falta de lectores en general, se une la secularización cada vez más profunda de nuestras sociedades, donde la cultura discurre al margen de la religiosidad. En este sector religioso totalmente desertizado y despoblado, la brecha generacional es todavía mayor, a pesar de la creatividad y los buenos títulos que están ofreciendo las diferentes editoriales.
En esta situación me atrevo a recomendar "Cinco panes y dos peces. Testimonio de fe de un obispo vietnamita en la cárcel" del cardenal François-Xavier Nguyén Van Thuan, un libro con pocas páginas, pero de una gran hondura y transcendencia. Aunque está dedicado especialmente a los jóvenes, puede ser sustancioso para cualquier creyente, ya que el librito se desborda en el gozo de la esperanza. A pesar de los años no ha perdido su actualidad y se ha convertido en un testimonio vital y creyente para los hombres de todo el mundo. El propio Francisco lo cita en su última exhortación sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Comenta que en la cárcel, su opción fue "vivir el momento presente colmándolo de amor"; y el modo como se concretaba esto era: "Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria"
Nació el 17 de abril de 1928 en Phu Cam, un pequeño pueblo de Vietnam, descendiente de una familia perseguida, era el primero de 8 hermanos y sobrino del primer presidente de la República de Vietnam del Sur. Cuenta en su biografía que en 1885, todos los habitantes de la aldea de su madre fueron quemados vivos en la iglesia parroquial, excepto su abuelo, que por aquel entonces, estudiaba en Malasia. Tras sus estudios en el seminario, fue ordenado sacerdote en junio de 1953. Estudió Derecho Canónico en Roma y participó en cursos espirituales y apostólicos en la Europa de aquel tiempo. A su regreso trabajó durante un tiempo en la formación de sacerdotes. El 24 de junio de 1967, fue nombrado obispo de la diócesis costera de Nha Trang.
En 1975, fue nombrado Santa Sede arzobispo coadjutor de la diócesis de Saigón, una semana antes que fuera tomado por las fuerzas comunistas, estas rechazarán su nombramiento. En agosto de 1975 será entregado a los militares de la región, llevado a una pequeña parroquia de Cây Vong, donde lo pusieron bajo vigilancia. Al año siguiente será llevado a la terrible cárcel Phu Khanh y al campo de reeducación de Vinh Phu, en Vietnam del Norte. Estará después en Giang Xa y luego cerca de Hanoi. En total pasará trece años en la cárcel por su condición de cristiano y obispo. Desde la prisión escribirá a diferentes comunidades cristianas de Vietnam, escritos sostienen el espíritu y la esperanza.
Su cautiverio terminó en 1988, pero no tendrá permiso para su puesto de arzobispo coadjutor en Saigón. En un viaje a Roma en 1991, no recibirá permiso para regresar a Vietnam, prácticamente fue expulsado de su país, quedará acogido en el Vaticano, donde será nombrado presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz en el año 1998. Durante su presidencia se comenzó a elaborar del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, un proyecto que duró cinco años, inspirado por los obispos de América. Para du difusión el cardenal organizó cursos de iniciación a la Doctrina Social en numerosos continentes, y así poder acercarla a las Iglesias locales.
La mayoría de sus escritos, por no decir casi todos, tienen como eje vertebrador la esperanza, también en su propia vida. Está irá germinando en los momentos más oscuros en la cárcel, que como una resplandeciente "luz en las tinieblas", le llevará a una gozosa pascua. Destacamos algunos títulos: El camino de la esperanza; El camino de la esperanza a la luz de la Palabra de Dios y del Concilio Vaticano II; Peregrinos por el camino de la esperanza; Mil y un pasos por el camino de la esperanza; Testigos de la esperanza; Oraciones de esperanza; La esperanza no defrauda; Espera en Dios; Plegarias de esperanza; La alegría de la esperanza. Es el camino de la esperanza tan hermoso, como la esperanza que lo ilumina, según sus palabras el camino es triple: partir, renunciar a uno mismo; hacer la tarea, tomar la propia cruz cada día.
En el libro "Cinco panes y dos peces", el cardenal Van Thuan presenta a los jóvenes siete meditaciones. Estás meditaciones están atravesadas por su testimonio y sus vivencias, sus oraciones y sus esperanzas, viviendo el momento presente, subrayando la primacía de Dios, la firmeza de la oración, la fuerza de la eucaristía, el amor al prójimo hasta la unidad y el amor a Jesús y María. El autor presenta en el libro una hermosa plegaria que se despliega caminando a tientas en la noche oscura, sin reservarse nada, ni siquiera la vida. Un hermoso libro para tiempos de pascua y esperanza, de vida nueva y renovada, donde quiere hacer creer en él una nueva visión de Dios, del mundo y del otro.