OPINIóN
Actualizado 08/05/2018
José Javier Muñoz

La asociación de ideas entre imaginación y poder se atribuye a los impulsores del "Mayo francés" o "Mayo del 68", la mayor revolución que conoció Francia desde 1789. Aquel viejo eslogan "la imaginación al poder", podía traducirse por "la mentira, al poder". ¿Por qué? Porque se vendió como una revuelta estudiantil específica de París, poco más que un brote precursor del movimiento hippy que preconizaba el amor libre y el compartir los bienes materiales. La historia oficial (que para mí no la escriben los vencedores sino los más imaginativos) dice que la agitación se contagió a los obreros y "luego" se sumó el Partido Comunista. Total, huelga general y alteraciones del orden público que durante quince días largos trajeron al retortero a las principales poblaciones francesas. Charles De Gaulle convocó elecciones anticipadas. Puede que los instigadores del caos se pasaran de rosca a la hora de imaginar porque la participación fue de casi el 80 por ciento del censo y arrasó Pompidou, que derrotó al comunista Miterrand en la segunda vuelta por más del doble de votos, aproximadamente un 46 frente a un 20 por ciento.

Da la casualidad de que aquella primavera yo estuve en París. No en mayo, sino un mes antes, en abril de 1968, con mi promoción de periodismo de la Universidad de Navarra en un viaje en que recorrimos los países que entonces formaban el Mercado Común Europeo. En la capital francesa nos alojamos en el Hotel Parisiana, 21 rue de Chabrol. En nuestra universidad, y era privada, habíamos experimentado ya a comienzos de ese curso algunas manifestaciones "espontáneas" de protesta, sentadas simbólicas y charlas antisistema en las aulas, recitales condenando la opresión del capitalismo y el clasismo. Demasiadas coincidencias; en aquellas fechas una veintena de países occidentales vivieron una oleada de revueltas violentas. En su última novela, titulada 4,3,2,1, Paul Auster (que nació el mismo mes del mismo año que yo) pone al joven protagonista y a su novia como simpatizantes de un movimiento de Estados Unidos cuyo lema era ¡Que decida la gente! y que se manifestaba "contra la guerra, contra el racismo, contra el imperialismo, contra la pobreza? y por un mundo democrático en el que todos los ciudadanos pudieran vvir unos con otros como iguales". Cualquier ser humano de buena voluntad secunda tales objetivos; lo que ocurre es que también hay muchas personas malas y la injusticia es una realidad ineludible de la condición humana. Las mejoras sociales jamás se han conquistado mediante algaradas como la "Primavera del 68". Aquella cosecha, anti occidental y anti capitalista, no entiende de suelos ni estaciones; cincuenta años después, disfrutamos de "la Primavera del 2018" con agitaciones callejeras perfeccionadas por la ingeniería social.

Un apunte al margen: Auster (que me parece un autor muy interesante) ha hecho suficientes guiños a la izquierda como para que el año que viene, en que se concederán dos Premios Nobel de Literatura, figure en la lista de los favoritos.

Foto 1: Cartel del Mayo francés: "Abolición de la sociedad de clase". Foto 2: En París, abril de 1968, sede de la ORTF (Radio Televisión Francesa). Soy el primero por la izquierda. A mi lado, con barba, Juan González Bedoya, que fue senador del PSOE por Cantabria en 1982, y el chileno Juan Miguel Arraztoa.

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