OPINIóN
Actualizado 07/05/2018
María Jesús Sánchez Oliva

La Audiencia de Navarra ha condenado a nueve años de cárcel a los miembros de la Manada por los hechos ocurridos durante los Sanfermines de 2016. Nadie, salvo el Poder Judicial, está conforme con la sentencia, y ha desatado tal tormenta política y social que a los jueces les siguen cayendo chuzos de punta incluso desde fuera de nuestras fronteras.

No se trata de juzgar la actuación de los jueces, algo para lo que no siempre se tienen los suficientes conocimientos jurídicos, pero para la mayoría de los mortales cuesta entender que para unos sean tan duros y para otros tan blandos. Lo que más indigna de este caso es que los acusados hayan sido juzgados por un delito de abuso sexual, no por un delito de violación, y lo más incomprensible: que uno de los jueces votara a favor de absolverlos. ¿Cabe mayor disparate?

Al margen de que la víctima accediera a la orgía, al margen de que incluso facilitara la fiesta, además de porque está en su derecho de decir "hasta aquí hemos llegado", el hecho de que cinco hombres se unan para abusar por turno de una mujer en un portal, o en cualquier parte, el lugar no cambia las cosas, es un acto propio de bestias, de salvajes, de personas sin civilizar, y si no es delito como parece, debería serlo, en primer lugar para evitar que acabe siendo un hecho que se ponga de moda entre los jóvenes y lo que empiece como una aventura termine en tragedia.

La sentencia será recurrida y no se sabe cómo acabará la historia, pero es evidente que urge revisar el Código Penal para que este tipo de delitos puedan ser juzgados como corresponde a los tiempos: teniendo en cuenta los hechos y no el género de los acusados.

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