La elección de referirse a los miembros laicos de la Orden no más como "Tercera Orden", sino "Fraternidades Laicas dominicanas" pone de relieve un aspecto central de la proclamación del Reino que, con toda la Orden Uds. están llamados a desarrollar. Para
Una promesa es un acto con mucho sentido, un signo de esperanza en Dios que nos ha prometido un futuro, es una Palabra que nunca falla. En nuestra sociedad las palabras prácticamente no tienen importancia, se las lleva el viento y la cotidianidad. Cualquier promesa no tiene mucho futuro y ni siquiera sentido, se balancean en el aire y desaparecen sin dejar rastro. Para un cristiano, las palabras y la Palabra no sólo tiene sentido, es el verdadero sentido de la vida y de la existencia. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros para nuestra salvación. Desde el principio de la historia de la salvación, nuestro Dios es un Dios de la promesa manifestada en Abraham, Moisés o al propio Jesús. Hacer una promesa, dar nuestra palabra, implica un acto de libertas en Aquel que es la fuente de toda esperanza, es un acto de dignidad y confianza en Dios que nos ha dado su Palabra.
El pasado domingo 29 de abril, la familia dominicana de Salamanca celebró la fiesta de Santa Catalina de Siena, una de las santas más significada de la Orden y patrona de los laicos dominicos. El Triduo fue presidido por Fr. Rafael González Blanco, asistente religioso de la Fraternidad de Salamanca, predicando sobre la vida y obra de Santa Catalina, subrayando su carácter laico y no terciario, que desde el amor al crucificado, se entrega a los más necesitados, a pacificar ciudades enfrentadas y a restaurar un nuevo rostro a la Iglesia dividida. El día del a fiesta la celebración fue presidida por el prior del Convento de San Esteban, Fr. Ricardo de Luis Carballada, señalando en su homilía los cuatro pilares del carisma de la orden, la búsqueda y predicación de la verdad, que debe vertebrar la oración, el estudio y la contemplación. Todos ellos se hacen presentes no desde una actividad personal, sino es una tarea compartida con otros, en comunidad, como elemento esencial para vivir el carisma y realizar la predicación. Como novedad de este año, en las tres celebraciones del Triduo, han predicado en las celebraciones cuatro laicos de la Fraternidad, danto su testimonio y predicando el sentido de los textos de las celebraciones, como parte de esa "misión compartida" de la Orden.
Después de la liturgia de la Palabra, se celebró el rito de profesión, donde 14 miembros de la Fraternidad de Salamanca, realizaron las promesas perpetuas ante la Vicepresidenta, Doña Mª Teresa de Castro, junto con el asistente religioso y Fr. Ricardo de Luis Carballada, prior del Convento de San Esteban en representación del Maestro de la Orden de Predicadores. Todos ellos confirmaron de este modo la vocación de laicos dominicos a la que se han sentido llamados, comprometiéndose con la Orden de Predicadores, esta vez, para toda la vida, llevando la predicación aquellos ámbitos donde viven y trabajan. A la celebración asistieron miembros de la Familia Dominicana, familiares y amigos, así como personas cercanas al convento y amigos que comparten la misma fe en diferentes comunidades y parroquias de la ciudad de Salamanca. Terminó el acto con un tiempo de convivencia con las hermanas dominicas, un pequeño ágape y una cena de fraternidad.
Los laicos dominicos han estado desde el primer momento de la creación de la Orden, presentes junto a los conventos de frailes y monjas, el propio Domingo en el siglo XIII, se hace acompañar de laicos. Será Pedro de Verona quien desarrolla esos movimientos penitenciales en confraternidades en la ciudad de Milán. La primera regla de laicos dominicos aparece en 1285 con el Maestro General, Munio de Zamora. Con ella los laicos adoptan una regla de vida que estará bajo la jurisdicción del Maestro de la Orden y al servicio de la predicación de la fe. En 1405, el Papa Inocencio VII, aprueba la regla, siendo un momento de auge del laicado con personajes como Santa Catalina de Siena o Beatriz de Florencia, hija del Giotto. Será en el siglo XX, cuando se produzcan importantes cambios en la regla, adaptándose a las orientaciones del Concilio Vaticano II, donde el laico en su encuentro personal con Jesús, tiene una misión, un compromiso y un testimonio como respuesta del amor de Dios. Esta experiencia del Espíritu recibida en el Bautismo, Confirmación y Eucaristía, llena su corazón, uniéndose a Jesús y abriéndose a ser testigos de la Buena Noticia.
Todo cristiano bautizado tiene la misión de dar testimonio, no es patrimonio del dominico, pero en ser laico dominico tiene un acento especial la predicación. Según las Constituciones, tiene como "vocación hacer brillar la presencia de Cristo en el corazón de la humanidad de forma que, a través de ellos el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres". Para ello, es necesario estar atentos a los signos de los tiempos en comunión y fraternidad, siguiendo el ejemplo de Domingo y Santa Catalina al servicio de la verdad. La Constitución del laico pone un énfasis en la misericordia, ayudando a remediar las diversas formas de sufrimiento, a la defensa de la libertad, de la justicia y de la paz. Para ello se comprometen a vivir en comunión fraterna siguiendo el espíritu de las bienaventuranzas, centro y "carta magna" del ser cristiano.
El laico dominico tiene su misión en la predicación, que será poliédrica y variada, siempre al servicio del Reino, desde catequistas en las parroquias, a profesores que se hacen presentes a través conferencias en la cultura y en la sociedad, en lucha por la justicia social, testimonio de vida y una clara apuesta por la esperanza. El laico dominico tiene mucho que decir, presente en los nuevos lenguajes, en la cultura, en la ciencia, en el arte, en la política, en las redes sociales. Desde su realidad en la Iglesia o la sociedad, deberá promover la dignidad de la persona humana, la dimensión religiosa del hombre, la familia, la libertad de conciencia, la solidaridad, la justicia, la promoción de la mujer, fomentar la organización y la dignidad en el trabajo, luchar por unas relaciones económicas que posibilite una mayor equidad e inclusión social, un orden social justo y estar al servicio de todos. Al saber mejor nuestra identidad podemos ir ganando hondura como dominicos y como cristianos.