OPINIóN
Actualizado 29/04/2018
Eusebio Gómez

Hoy, domingo V de Pascua, el evangelio nos habla de la Parábola del Viñador. El Viñador, o agricultor es el Padre, Jesús la viña y nosotros los sarmientos. El Viañador es el padre bueno, el de todos.

La primera palabra que pronunciamos Padre; es un padre que quiere a sus hijos, aunque éstos no correspondan a su amor. Jesús a Dios le llama Padre, y, según parece, lo hacía usando la palabra aramea abbá; 170 veces ponen los evangelios esta expresión en labios de Jesús. A todos invita a creer en este Dios, para el que todo es posible. El Nuevo Testamento conserva la palabra aramea "abbá" para subrayar el hecho insólito del atrevimiento de Jesús. La invocación "abbá" tiene, pues, un valor primordial, que ilumina toda la vida de Jesús.

Dios es Padre. El Dios que nos revela Jesús es el Dios de la misericordia (Lc15, 11-22), el Dios del amor incondicional (Rm 5, 8), el Dios de la gratuidad (Mc 10, 45), el Dios de la libertad (Ga 5,5), el Dios encarnado (Jn 1, 14), el Dios Pascual (Jn 12, 23-24), el Dios de la esperanza, el Dios Padre, el Dios del amor.

Dios es un padre bueno y amoroso para con todos los seres humanos, especialmente para con los ingratos y malos, los desorientados, los abatidos y deprimidos. Él hace salir el sol para todos, el que sabe amar y perdonar, él es el que corre detrás de la oveja descarriada, espera ansioso la vuelta del hijo que se fue de casa y encuentra gran alegría al encontrar lo que se había perdido. Dios se alegra más con la conversión de un pecador que con noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.

Dios es amor, Dios me ama, nos ama, ama a la Iglesia, al mundo, a toda la creación. Jesús nos muestra una imagen de un Dios cercano y humano. El Dios de Jesús es el Dios que ama y perdona. Que es paciente y quiere la salvación de todos; es el que le interesa la vida de cada uno; el que no oprime, sino que libera; que no condena, sino que salva; que no castiga, sino que perdona; el que ama la vida. Es el Dios de vivos, de la esperanza y del futuro.

Jesús vive en íntima relación con el Padre, en continua comunicación. Nosotros, para dar furto, tenemos que vivir en comunión con el Padre, Jesús y los demás.

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