OPINIóN
Actualizado 21/04/2018
Tomás González Blázquez

La música, la moda, la televisión, y hasta las maneras de jugar al fútbol, se calibran a menudo por décadas. Hay cantantes típicos de los sesenta, ropas propias de los setenta, anuncios publicitarios que llevan el sello de los ochenta o partidos de los noventa que fueron mitificados por mi generación: era cuando España se la pegaba en mundiales y eurocopas y a la Liga de Campeones, que seguíamos llamando Copa de Europa, sólo acudían los campeones de ligas. A estos dos primeros decenios del siglo XXI aún no sabemos cómo denominarlos: ¿la década de los dos mil?, ¿los años diez?

Entremezcladas con las épocas sociales, históricas o políticas, también las personas medimos nuestras épocas vitales: el colegio, la universidad, la residencia temporal en tal o cual lugar, las relaciones de pareja? Etapas que a veces tienen un final, que ya se vislumbra cuando se inician, y que en ocasiones resulta tan lejano: ¡hasta que llegues a octavo de EGB!, ¡hasta que termines la carrera! Pero hay etapas que, en cuanto las comienzas, debes dejar de considerarlas así. La apertura a la perdurabilidad no puede dar vértigo sino esperanza, y sólo por cerrarse a lo que no tiene fin ni es abarcable se explican muchas crisis de desesperanza en tantas personas.

El cansancio es natural, pero en compañía es menos cansancio. La duda muy humana, pero cuánto ayuda a la fe la esperanza. La pasión oscilante, pero no engaña si es el amor quien la sostiene, o quien la aguarda, o quien prepara su camino. Las décadas pueden ser prodigiosas, y lo confirmo al cruzar la meta volante de la primera. Siempre especiales en lo cotidiano, nuevas en lo de siempre, milagrosas si uno conserva la capacidad de asombro ante lo que ocurre y se sabe llevado de la mano por quien puso otra mano que entrelazar en esta vida. TQ-CNTRPLT.

En la fotografía: detalle toledano, abril 2008.

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