OPINIóN
Actualizado 19/04/2018

Los premios de la música no suelen ser muy conocidos más allá de los Grammy, los de la MTV o los de los 40 Principales, pero lo cierto es que existen muchos más alrededor del mundo como los premios World Music, Pearl of Africa Music Awards, Urban Music Awards, los Discos de Diamante, los Disco de Uranio o el premio Pulitzer de música.

En esta ocasión os hablaré de este último, ya que ha sido Kendrick Lamar (de 29 años) el artista que se lo ha llevado de calle y lo mejor es que su ámbito musical queda muy lejos de los géneros que acostumbran a llevárselo, como la música clásica y el jazz. Esta vez el género premiado ha sido el hip hop con un disco de 14 pistas llamado Damn.

Esto marca un antes y un después en este tipo de galardones y nos recuerda que todos los géneros son iguales, pese a quien pese. El prestigio social que comienzan a tener los géneros menos elogiados se va compensando con el cambio generacional.

El Pulitzer de música lleva otorgándose desde 1943 y hasta ahora no había nominados fuera de la música clásica o el jazz. Por eso Kendrick Lamar es noticia en todo el mundo y su álbum es denominado como un disco redondo (valga la redundancia), rico en cuanto a sus múltiples lecturas y con una dimensión que se acerca a lo espiritual, algo casi inédito en este género, destacado por enfocar la producción de este trabajo de una manera muy distinta a lo que venía siendo habitual. Tanto es así que, desde la propia organización de los Pulitzer, se dice que Damn es "una colección virtuosa de canciones unificada por su autenticidad vernacular y dinamismo rítmico, que ofrecen viñetas sensibles en las que queda capturada la complejidad de la vida afroamericana moderna".

Lamar está golpeando fuerte al ir generando himnos para milénicos revolucionarios, del mismo modo que lo hiciera Nina Simone con Mississippi Goddam , el cual se convirtió en todo un himno para el movimiento por los derechos civiles, algo que no está gustando a todos.

Damn es visceral, es una llamada de atención a las personas que están en coma intelectual. El espíritu revolucionario de la cultura joven, la que ha de moverse y es por eso que son ellos los que más se sienten identificados con sus letras.

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