Hoy llego a esta cita de los martes con una duda que, me temo, al final quedará en el aire y sin respuesta posible.
La semana pasada, los que quisieron, pudieron apreciar en algún telediario las imágenes de un hospital donde habían ido a parar las víctimas más inocentes (los niños) de un real o presunto ataque con armas químicas en Duma (Siria). El balance de la noticia: 49 muertos, medio millar de heridos y 150.000 civiles atrapados en una ciudad que, tal que fuera el estadio de Pyongyang (150.000 espectadores) fue el espacio ideal de una play station real donde se jugaba una "guerra piloto".
Presuntamente, allí los señores de la guerra, varios bandos, se han provocado o han echado un pulso que nos debería de preocupar.
Después de la masacre (así es, si así parece), todo el mundo ha sido espectador de lo que ha ocurrido, aunque aquí lo reiteramos, ya que la respuesta dada por los EE.UU. y sus aliados a los acontecimientos reseñados ha sido bombardear los depósitos de armas químicas de Damasco y otros lugares de Siria. Eso sí, de manera impecable: no ha habido muertos.
Sobre la tragedia, con víctimas, nos preocupó la escasa actitud tomada por algunos de nuestros políticos, pues en esos primeros bombardeos apenas existieron declaraciones condenatorias de tales hechos, o al menos hubo muy pocas en los principales canales de opinión.
Y podemos asegurar que eran imágenes muy duras: unos niños con ojos de terror, otros con mascarillas, algunos semiasfixiados, etc., todo con apariencia de ser real, y se puede asegurar que merecían unas proclamas de urgencia condenando tales hechos.
Posteriormente -¡dios nos libre que aprobemos cualquier bombardeo o que nos gusten los personalismos de Trump o Putin!- se produjo ese ataque sobre los depósitos de armas químicas sirios al que nos hemos referido, y no fueron pocas las voces, ahí sí, de políticos que hablaban de esos hechos como los de un video-atentado promovido por Trump para que posteriormente el mismo presidente respondiera de tamaña manera. Este galimatías en la "guerra fría" no se hubiera mejorado.
A esto siempre se le llamó "el lado oscuro de los acontecimientos", y puesto que servidor no tiene ninguna indagación sincera a la que agarrarse, sino la visión inmoral -como prueban las imágenes- de niños traumatizados, no puedo abrir ni cerrar ningún debate sobre el particular. Aunque, seguro, habrá materia suficiente para que los políticos se puedan explayar en los próximos días. Mientras, sin marcharnos del tema, podemos hablar de fútbol.
Así, puedo referirme, en los tiempos en que vivimos, de la malversación, perversión, desvirtualización o salto con pértiga de todos los códigos del lenguaje si hago transcripción de unas declaraciones del portero de la Juve, Gigi Buffon. Aunque ¡ojo! sin ánimo de desacreditarle, sino para que ustedes juzguen si el fútbol está o no sobrevalorado o incluso si se puede situar al nivel de una guerra.
Me gustaría conocer qué no diría el gran portero -que nadie dude será un sincero filántropo y habitualmente acudirá al rescate de los más necesitados como lo hacen Ronaldo, Messi, Iniesta, Casillas, Suárez, Parejo, etc.- sobre lo ocurrido a los niños sirios, ¡pero qué vocabulario no emplearía!, pues si dijo lo señalado más adelante en cursiva para expresar la injusticia del trencilla por pitar un penalti en los últimos segundos del partido contra el Madrid, ¡imagínense!:
- "Un ser humano no puede pitar una cosa así a menos que tenga un cubo de basura en lugar de corazón".
- "Un árbitro a la altura no rompe el sueño de un equipo que lo ha puesto todo en el campo durante 90 minutos".
- "No tiene personalidad para estar a estos niveles, que se vaya a la grada con la familia, que compre patatas y disfrute con el espectáculo".
- "Estas cosas las hacen los animales, no los hombres. Este árbitro tiene la sensibilidad de un cubo de basura y debería haber comprendido el desastre que estaba haciendo".
En su honor, habiendo sido un gran portero y un caballero a lo largo de su carrera deportiva, pido para él todo tipo de clemencia. En realidad el ser humano es así de contradictorio y no nos damos cuenta de las frivolidades hasta que no mezclamos los contextos.