OPINIóN
Actualizado 15/04/2018
Redacción / Curro Mesa

Dos discípulos iban a un pueblo llamado Emaús? (Lc 24,13-35).

Éste es uno de los pasajes más conocidos referentes a la resurrección de Jesús. En él encontramos algunos elementos dignos de tomar en cuenta.

Vemos que, cuando se encuentran con Jesús, los discípulos estaban ya lejos de Jerusalén. Tan pronto las cosas fueron mal, decidieron irse de allí.

Jesús se pone en medio de ellos, pero no lo reconocen. Cristo entonces les reprende por no entender las Escrituras y se las explica. Cleofás y su amigo habían perdido la fe y la esperanza. Era muy duro y muy desconcertante para ellos aceptar la humillación y la derrota del Mesías esperado. ¿Posible resurrección? Muy difícil de entender. El escándalo de la cruz les ha derrumbado y les ha quitado la luz. Pero estos discípulos no habían perdido el amor.

Jesús se pone a su alcance y a su altura. Empieza a conversar con ellos, como hizo con la samaritana. Al escuchar sus palabras recuperan la luz y la ilusión. Están entregados a él. Y Jesús acepta la invitación generosa de sus compañeros de camino y se sienta a la mesa con ellos. Y repitió los gestos característicos: tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Fue entonces cuando a ellos se le abrieron los ojos y le reconocieron en los gestos de sus manos: al coger el pan, al partir el pan, al repartir el pan. Partir y repartir, era lo propio de Jesús.

Aquellos discípulos están entristecidos, sin esperanza, porque no habían entendido el misterio de la vida de Cristo. La explicación que les da Jesús de los acontecimientos como cumplimiento de las Escrituras les enciende el corazón y les lleva a querer continuar su camino con Él.

El relato refleja también de este modo la importancia que tienen en la Iglesia la Sagrada Escritura y la Eucaristía para alimentar la fe en Cristo: "La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" (Vaticano II).

Sin embargo, Jesús no quiere limitar nuestra libertad y nos deja libres para aceptar la mano que nos ofrece. Nos acompaña durante todo el camino; pero, si no le pedimos que se quede con nosotros, no lo reconoceremos cuando parta el pan.

En el relato de los discípulos de Emaús, vemos cómo Jesús puede estar junto a nosotros, caminar a nuestro lado y nosotros no ser capaces de reconocerle hasta que vemos sus signos.

Sus signos no son simplemente partir el pan, si no darse en cuerpo y alma a los demás sin recibir nada a cambio o incluso siendo condenado por ello. Hay tantos signos como formas de amar al prójimo.

Cristo está a nuestro lado sin que nosotros lo veamos y solo le vemos cuando reconocemos sus signos. Hay que reconocer que hay muchas más personas a lo largo de la historia que nos pueden servir de guías. Y hay muchas personas que necesitan encontrarse con Jesús resucitado.

"Este drama de los discípulos de Emaús es como un espejo de la situación de muchos cristianos de nuestro tiempo. Al parecer, la esperanza de la fe ha fracasado. La fe misma entra en crisis a causa de experiencias negativas que nos llevan a sentirnos abandonados por el Señor. Pero este camino hacia Emaús, por el que avanzamos, puede llegar a ser el camino de una purificación y maduración de nuestra fe en Dios. También hoy podemos entrar en diálogo con Jesús escuchando su palabra. También hoy, él parte el pan para nosotros y se entrega a sí mismo como nuestro pan. Así, el encuentro con Cristo resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por decirlo así, por el fuego del acontecimiento pascual; una fe sólida, porque no se alimenta de ideas humanas, sino de la palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía". (Benedicto XVI)

Efectivamente, tiene razón el Papa. Dios nos busca, porque sabe que estamos tristes y afligidos. Se las arregla para encontrarnos discretamente en el camino de la vida. Nos alcanza cuando huimos y nos hace la misma pregunta que a los de Emaús: ¿de qué habláis? Hablamos de la violencia e inseguridad, de la droga y asesinatos, de la crisis económica, de la falta de valores, de sexo, de los problemas familiares, del precio de los combustibles, de la corrupción en los gobiernos? Y como los discípulos nos sentimos estafados, desilusionados, fracasados. Esperábamos fama, poder, prestigio, dinero. Esperábamos una Iglesia profética, coherente, comprometida con la causa de los pobres y la justicia? Se nos ha marchitado y muerto la esperanza. Y Jesús se mete en nuestra vida y nos dice: ¡Qué necios y torpes sois! Si esperas algo, trabaja con fe y perseverancia, si deseas que las cosas cambien, hazlo tú primero. Parte el pan y compártelo.

El Papa Francisco nos invita a la alegría y sentido del humor. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14,17), porque «al amor de caridad le sigue necesariamente el gozo, pues todo amante se goza en la unión con el amado [?] De ahí que la consecuencia de la caridad sea el gozo»[99]. Hemos recibido la hermosura de su Palabra y la abrazamos «en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo» (1Ts 1,6). Si dejamos que el Señor nos saque de nuestro caparazón y nos cambie la vida, entonces podremos hacer realidad lo que pedía san Pablo: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4). (122)

GAUDETE ET EXULTATE ? ALEGRAOS Y SALTAD DE GOZO

Es la exhortación del Papa Francisco sobre la Llamada a la santidad

Pues para hablar de la alegría y el sentido del humor, aquí en el salón de los Carmelitas de Salamanca, dará una Charla GERMÁN PAYO LASO el próximo día 16 de abril a las 20:30

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