El grupo Lazarillo de Tormes llevó su 'Teresa, la jardinera de la luz', al canvneto de las Carmelitas desCalzas de Valladolid gracias a FundEO
Después de dos años, el grupo de teatro 'Lazarillo de Tormes' vuelve a la capital vallisoletana con su obra Teresa, la jardinera de la luz. A pesar del apretado calendario que para este Año Jubilar Teresiano le ha preparado la Diputación salmantina, para hacer llegar el montaje al mayor número de pueblos de la provincia charra, este, sin duda comprometido grupo, no ceja en su empeño de dar a conocer su trabajo allí donde es demandado. En esta ocasión se da la circunstancia de que confluyen dos factores de los que Teresa de Jesús es el vértice, y que han aunado fuerzas para darla a conocer.
FundEO surge y se desarrolla alrededor del ideario de una figura tan relevante como fue el padre Enrique de Ossó, que a finales del siglo XIX fundó la Congregación de Hermanas de la Compañía de santa Teresa. Este hombre enamorado de la carmelita del XVI, de su total entrega al amor de Cristo, de su lucha para el desarrollo en igualdad de todos los seres humanos y su convencida confianza en el poder de la oración como medio de comunicación con Dios, es un claro exponente de el espíritu de Teresa en estado puro. FundEO, que ha querido transmitir todo esto mediante proyectos en tres continentes, Europa, América y África, para fomentar así el derecho a la educación en igualdad y la transformación de una sociedad injusta mediante el apostolado, ha encontrado en la obra de teatro Teresa, la jardinera de la luz el mejor de los altavoces posibles.
Una de las novedades que este montaje teatral aporta y que forma parte de su singularidad, es que su puesta en escena tiene lugar en los altares de las iglesias. Y qué mejor espacio en Valladolid que la iglesia del convento de Carmelitas Descalzas, que situado al norte de la ciudad, es conocido familiarmente como el Convento de santa Teresa. Fue este el cuarto que fundara Teresa de Jesús en su empeño de dar cabida al mayor número posible de mujeres dentro de la nueva Orden carmelita que consiguió reformar, alejada de los patrones mundanos en los que se había vivido hasta entonces, muy apartados del espíritu de pobreza y humildad que Jesús de Nazaret le enseñara. El ambiente, por tanto, sencillo y austero de la iglesia fue el marco limpio y claro propicio para una actuación en la que fondo y forma se fusionaron para crear una completa simbiosis llena de emoción.
Ante los hábitos de estameña, de auténtico paño de lana de oveja que visten las actrices de 'Lazarillo de Tormes', un padre dominico que las amenaza desde la superioridad de su púlpito, y la música renacentista de la época del maestro Salinas, coetáneo del momento narrado, nadie duda de estar en la iglesia del convento de Alba de Tormes, donde la madre agoniza. Según surgen las distintas escenas enmarcadas en cuadros de gran elegancia y espontaneidad, se puede llegar a sentir la presencia de la mujer que denodadamente sus hermanas defienden ante la Inquisición. Oyendo sus argumentos, la narración de su vida y fundaciones, la armonía sincera en la declamación de sus poemas, y su cotidianeidad con los pequeños y cercanos, y los grandes, como el rey, al que no duda en manifestar abiertamente su cariño, se puede entender la atracción que otra mente clarividente como la de Ossó, se rindiera ante los carismas de esta monja. Y tan sólo una mujer, que al lado de donde todo esto era aplaudido por un público admirado, conserva todavía la habitación que ocupara hace más de cuatro siglos.
En un momento dado de la obra se nos informa de los avatares sufridos por las hermanas de aquella época cuando se fundara el convento de Valladolid, y nos incita a la sonrisa por la simpatía con que se narran todas las peripecias de la incansable "Teresa fundadora". La pelea continua contra los que se interponían en su proyecto, su deseo de formar mental y espiritualmente a todos los que a ella acudían, y el empeño de edificar a sus hermanas a través de sus escritos, dieron claro testimonio de la tarea realizada por el fundador de las teresianas, cuyo libro de oración "El cuartito de hora" es una forma simple y sencilla de entablar la conversación con Aquel que a Teresa tanto fortalecía. El apostolado de Ossó que tiene su continuidad en el MTA actual, es un reflejo de aquella mujer proyectado en un mundo que todavía poco difiere del suyo, donde hay que luchar aún por la igualdad de oportunidades. Tanto Teresa como Enrique así lo hicieron, y con su labor, aunamiento de todo tipo de gentes en los valores en los que creían, difusión de sus ideas y respeto absoluto a la Iglesia Católica y al papa, hace que los dos se miren reflejados el uno en la otra para difundir la luz a la que aspiraban. Seguramente ambos se hubieran sentido orgullosos de que su esencia siga viva en proyectos tan imprescindibles en nuestro mundo como los de FundEO, o en tan originales actos de cultura que a todos llegan como el ofrecido en Teresa, la jardinera de la luz. Y en tan solo una hora.