OPINIóN
Actualizado 08/04/2018

Esta semana en Madrid está siendo muy entretenida. Y por lo que veo el culebrón del supuesto máster de la presidenta de mi Comunidad ha enganchado al público de todo el país. Algo que, por una parte me parece una gran noticia (la política nos afecta muchísimo más de lo que queremos creer) y por otra, no tanto (porque en este país nuestro somos muy dados a confundir la política con el fútbol). Así nos va.

El miércoles, 4 de abril, a las 16:30, dejé todo lo que me traía entre manos para ver en directo el pleno extraordinario de la Asamblea de Madrid. Había un único punto en el orden del día: aclarar las presuntas irregularidades del Máster de Derecho Autonómico cursado por Cristina Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos durante el curso 2011-2012. Por aquel entonces la actual presidenta autonómica era Delegada del Gobierno en la capital de España.

Lo vi enterito. De principio a fin. Me quedé perplejo.

El formato parlamentario es casi tan tedioso como inútil. Los grupos de la oposición disponían de cinco minutos cada uno para su intervención. Se suponía que iban a hacer preguntas concretas a la supuesta alumna de posgrado. Alguna hicieron, pero no entendí por qué tenían que consumir sus cinco minutos para preguntar algo tan sencillo como: ¿Ha conseguido usted el título del máster de un modo legal? Pero no. Tanto el PSOE, como Unidos Podemos, como Ciudadanos, aprovecharon para hablar de diferentes asuntos que no venían al caso. Ya digo. Un despropósito. Después Cristina Cifuentes habló durante quince minutos, se suponía, que para responder alguna de las cuestiones que le lanzaron los portavoces de la oposición entre proclamas y reproches. Pero tampoco. La Presidenta soltó un discurso en el que el principal y único argumento es que iban a por ella, que era una cuestión personal y que nada tenía que ver con la Asamblea de Madrid. Luego hablaron otros diez minutos cada uno de los opositores. Más de lo mismo. Y yo seguía sin entender por qué motivo tenían que agotar el tiempo del que disponían. Con lo fácil que hubiera sido que los tres, uno detrás de otro, hubieran repetido la misma pregunta de nuevo: ¿Ha conseguido el título legalmente? Luego volvió a hablar la Presidenta para admitir, sorprendentemente, que había recibido trato de favor por parte de la Universidad. Aunque creo que ella no lo entendía como tal porque continuamente decía: "como es normal en estos casos". A mí no me cabían los ojos en la cara y la boca continuaba abriéndoseme cada vez más y más en una mueca de asombro infinito. Le parecía normal matricularse tres meses después de cerrado el plazo "porque es lo habitual cuando no hay alumnos suficientes"; le parecía normal negociar el modo de evaluación con los profesores así como la asistencia en un curso presencial "porque es lo lógico cuando los horarios de los alumnos son complicados"; le parecía de lo más común recibir favores extraordinarios. Flipé.

Luego habló el portavoz del grupo parlamentario del PP para acusar a parlamentarios concretos de la oposición por mentir en sus currículums. También dijo que le habían contado que alguna se había sacado un máster sin ir a clase. En fin, todo muy edificante.

Y cuando pensaba que ya nada podía superar este vergonzoso espectáculo de nuestros políticos regionales, la supuesta titulada y todavía Presidenta sube a poner el broche a la sesión extraordinaria gritando que su máster es legal y llamando mentirosos a los que le pedían que aclarase los favores recibidos en la Universidad. Y se pasó de tiempo. Y la presidenta de la Asamblea le decía una y otra vez que fuese terminando. Creo que conté hasta nueve advertencias en plan "señora Presidenta, vaya terminando" mientras la supuesta "masteresa" gritaba más y más, la oposición gesticulaba y abucheaba y los madrileños no dábamos crédito ante la falta de educación, la ausencia de respeto y la normalización de la corrupción.

Escribo esto dos días después. Hoy es viernes. La última noticia es que el director del máster en cuestión ha reconocido que el documento crucial que enarboló Cristina Cifuentes es falso. "Reconstruido" ha dicho el cachondo. La fiscalía ha entrado de oficio. La cosa ha pasado de un favorcillo de amiguetes en plan chanchullo a un posible delito de falsedad en documento público con penas de cárcel que van de los tres a los seis años.

No sé si hoy, domingo, tendremos en Madrid un nuevo presidente. Intuyo que sí. Imagino que si el Partido Popular no la obliga a dimitir, Ciudadanos tendrá que apoyar la moción de censura para que una mentirosa corrupta adalid de la regeneración contra la corrupción deje de presidir esta región.

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