OPINIóN
Actualizado 06/04/2018

A las once de una noche templada te esperé en la parada del autobús.

Con ilusión de recién enamorado, suspirando por hallar el momento tras la esquina, ese encuentro entre la mirada y el beso.

Oteando entre el horizonte tu pelo negro rizado. Sin rastro de ti.

Inquieto, aguardando en el trasiego de jóvenes hormigueando, frente al "Puerto de Chus".

Comencé a desesperarme, a dudar de nuestra llama, ¿porqué no apareces?, ¿dónde estás?. Esa noche creí haberte perdido para siempre, al día siguiente huí del trabajo con los párpados humedecidos, era dolor de justicia, agudo, penetrante.

Tú simplemente elegiste a tus amigos.

Lo decía la canción: "Aquella noche que fallaste tampoco fui a la cita yo". Pero yo si estuve esperando el autobús en el que nunca llegaste.

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