OPINIóN
Actualizado 03/04/2018
Miguel Ángel Perfecto

La Universidad de Salamanca y la propia ciudad han estado íntimamente unidas desde la fundación de la Universidad en 1218. EL clero salmantino, los comerciantes y demás operarios de la ciudad se involucraron activamente en la vida universitaria. El clero en cuanto que la Universidad era eclesiástica y los demás grupos sociales porque alimentar y dar cobijo a miles de estudiantes permitía importantes ingresos para la ciudad de Salamanca.
El apoyo de los reyes a lo largo de los siglos fue muy importante al permitir a la Universidad conseguir una serie de privilegios financieros que facilitaron su autofinanciación a partir de rentas rústicas y urbanas.
Mientras la Universidad de Salamanca prosperaba, igualmente progresaba la ciudad que se hacía cada vez más internacional al recibir estudiantes irlandeses, portugueses o de las colonias americanas. Salamanca era un foco cultural atrayente del que salían nuevos Letrados para la Corte, nuevos escritores, teólogos, médicos o nuevos políticos que habían estudiado en Salamanca.
A mediados del siglo XVIII, la ciudad de Salamanca contaba con 15200 habitantes, un 14% clérigos y junto a ellos empleados de los Tribunales (notarios, abogados, procuradores) y un importante número de trabajadores que servían al clero o a los estudiantes de la Universidad ( mesoneros, panaderos, aguadores o vinateros), además de lacayos de estudiantes y profesores.
Salamanca vivía por y para la Universidad. Pero Salamanca no era una ciudad completamente conservadora, de hecho a lo largo de ese siglo XVIII se desarrolló un movimiento de renovación cultural y educativa que tuvo una influencia decisiva en la recepción de las corrientes modernas europeas (matemáticas, física, etc). Estos cambios obra de corregidores innovadores y de profesores universitarios influidos por las corrientes progresistas europeas contribuirán al renacimiento salmantino, un renacimiento no solo literario y cultural, sino también educativo, urbanístico y mental. Hechos como la creación de la Sociedad Económica de Amigos del país, la fundación de la Escuela de Bellas Artes de San Eloy o la remodelación de espacios urbanos como la propia Plaza Mayor de Salamanca servirán de contrapunto a la decadencia económica de la ciudad.
Los miembros de esta Ilustración salmantina jugarán más tarde un destacado papel en las reformas políticas que durante la ocupación francesa de España llevaron a cabo las Cortes de Cádiz. Cortes de Cádiz que supusieron la aprobación de la primera Constitución española en 1812.
Los Diputados Salmantinos que participaron en las Cortes Ordinarias y Extraordinarias de Cádiz fueron 8, sin contar la importante intervención en las Cortes de personajes vinculados a la Universidad de Salamanca pero que estuvieron como diputados por otras provincias como el liberal ex-rector Diego Muñoz Torrero, diputado por Extremadura y presidente de las Cortes.
De los 8 diputados por Salamanca solo dos eran clérigos Vicente Ruiz Albillos y Tomás Aparicio Santín, miembros del Cabildo de la catedral de Ciudad Rodrigo, la mayoría eran juristas vinculados con la Universidad de Salamanca y con puestos en la Administración Real como Jerónimo Antonio Diez que era Fiscal del Consejo de Castilla o José Valcarcel Dato, Oficial de la Secretaría del Consejo de Castilla, entre los profesores de la Universidad de Salamanca encontramos como diputados a José Mintegui que era catedrático de Cánones además de regidor en el Ayuntamiento de Salamanca o Manuel Caballero del Pozo, catedrático de Concilios generales, e igualmente miembro de la Junta Municipal creada en junio de 1812 con motivo del abandono de la ciudad por las tropas francesas.
En el cómputo de Diputados por Salamanca encontramos un marqués, el marqués de Espeja ( Ramón Francisco del Águila y Corbalán), natural de Ciudad Rodrigo, uno de los veinte propietarios más ricos de la provincia y que fue nombrado por las Cortes jefe político de la provincia en 1812. Y sostuvo posiciones liberales. Por último, encontarmos un natural de Béjar como diputado de las Cortes y absolutista, Andrés Sánchez Ocaña, bachiller en Cánones en la Universidad de Salamanca.
Si bien esta renovación se trucó por las consecuencias desastrosas de la Guerra de la Independencia que devastaron la ciudad y saquearon la Universidad y por el propio absolutismo de Fernando VII, lo cierto es que en la Universidad y la propia ciudad de Salamanca se mantendría el espíritu renovador con la presencia de conocidos liberales vinculados a la Universidad de Salamanca y al propio Ayuntamiento como Juan Justo García, Ramón Salas o Miguel Martel que tuvieron un papel destacado en las Cortes del Trienio Liberal de 1820.
El intento de los grupos renovadores por incidir tanto en la modernización de la universidad salmantina, adaptándola a las nuevas corrientes, como la conversión de las instituciones locales y educativas en mecanismos de mejora y expansión económica y social de la capital y la provincia revela el éxito de la implicación en la vida de la ciudad de las instituciones más arraigadas, el Ayuntamiento y la Universidad. Y si esto fue así en el pasado, el futuro depende de continuar esa implicación de los ciudadanos y las instituciones con su Universidad.

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