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Dicen mis adversarios en ideología, y algunos de mis afines, que no les llame "presos políticos". Caló la chanza de que son "políticos presos".
Dicen mis rivales en disputas políticas, y algunos de mis afines, que el delito catalán es tal, que merecen la contundente respuesta que están obteniendo.
Digo a esos que disienten de mi manera de pensar, de mi forma de decir, que me dan pena, porque han perdido la perspectiva de lo bueno y de lo malo. Porque criminalizaron el derecho a responder, el derecho a ser preguntado. Que de aquellos barros nos vienen estos lodos.
Digo también, a ellos y a todos, que es cierto que se rompieron familias, que las discusiones se enconaron. Y afirmo que no es culpa exclusiva de una parte, que dos no discuten si uno no quiere y que algo tendrán que ver lo mal llamados constitucionalistas en enojos y desencuentros.
Digo que mi cabeza está más con los encarcelados, que con los carceleros; con los que huyen, que con los que persiguen. Y mi corazón no sé muy bien con quién está, pero tiembla, espantado, con sólo oír hablar de M. Rajoy.