OPINIóN
Actualizado 22/03/2018
Redacción / Marta Martín Sánchez

Lo de José Luis Arsuaga y sus colegas Bermúdez de Castro y Carbonell, cariñosamente llamados "comandantes Tapioca", tiene mucho mérito. Y no es el menor el de haber sabido divulgar el yacimiento prehistórico de Atapuerca (Burgos) y sus descubrimientos, tanto entre la comunidad científica como entre el público en general.

Aún recuerdo los años en que los burgaleses hablaban de Atapuerca como el lugar donde se habían encontrado "un montón de huesos" y cuando se podía pasear tranquilamente por allí, asomando las narices por oquedades y simas. Por la sierra ya habían andado Emiliano Aguirre y algunos otros arqueólogos, y también pasaban, siguen pasando, los peregrinos del camino de Santiago, en su etapa de San Juan de Ortega a Burgos (la recuperación de la ruta de peregrinaje fue más o menos contemporánea a la del yacimiento prehistórico). Ya en los años noventa vinieron los "comandantes" vestidos de Indiana Jones con sus chicos, que pasaban los veranos escarbando con cuidado el suelo en cuadrículas y cribando terrones; las visitas de gente importante (la última ha sido la reina emérita); la primera plana en Nature, el premio príncipe de Asturias, el museo de la Evolución? y toda una revolución en el campo de la prehistoria.

Creo que se puede afirmar que Atapuerca es el yacimiento prehistórico más importante de Europa y quizá de todo el mundo. Lo es por la gran abundancia y diversidad de restos humanos, por la amplitud el cronológica que abarcan (desde el Pleistoceno inferior hasta hoy) y por la envergadura de la investigación desarrollada durante décadas.

Estamos hablando de un periodo de un millón de años, con la presencia de cuatro especies humanas distintas: el Antecessor, "creado" en 1997 ?es la expresión de sus descubridores?; el Heidelbergensis (pre-neanderthal); el Neanderthal y el Sapiens, al que los comandantes prefieren llamar "hombre moderno". El primero, situado en el Pleistoceno inferior, aventajaría en antigüedad en cientos de miles de años al hombre de Mauer, datado con una distancia temporal de unos 600.000 años, el segundo europeo más viejo. Todos ellos con gran abundancia de restos, incluso esqueletos casi completos de individuos de distintas edades y sexos. (Pensemos que el primer neanderthal era solo un trozo de cráneo y el de Mauer, una mandíbula).

La capacidad teórica y especulativa de los directores de Atapuerca es proporcional a la envergadura del yaciiento. Más allá de la catalogación arqueológica de los restos humanos y de sus industrias ?pues todos los especímenes son homo, esto es, creadores de herramientas?, así como de la fauna y de la flora que les rodea, llaman la atención sus teorías del canibalismo gastronómico y de las primeras prácticas funerarias en la Sima de los Huesos.

Pero a veces las hipótesis y sugerencias de Arsuaga pueden parecer aventuradas. En su reciente charla en Salamanca dijo que no era necesario estudiar mucho para saber prehistoria, que bastaba con darse un paseo por el bosque y observar alrededor. Hombre, tanto como eso? Por esa regla de tres, llegaríamos a la Guerra fría sólo con escuchar a Trump, Putin y Kim Yong-un, y a la Edad Media atendiendo las sentencias del obispo de San Sebastián y de Monseñor Cañizares. Lo cual se prestaría a pensamientos muy sombríos sobre el sentido de la evolución humana.

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