OPINIóN
Actualizado 21/03/2018
Santiago Bayón Vera

En lo que se refiere a la historia de la institución, al devenir de la granjería merina, tenemos que el Honrado Concejo de la Mesta de la Corona de Castilla es la corporación de ganaderos más importante de la historia medieval y moderna de Europa. Tanto por el número de sus agremiados como por el tamaño de sus cabañas, las cifras de exportación y las de su cotización lanera, no tiene parangón con ninguna otra asociación pecuaria de los reinos hispanos ni de los países europeos. La cosecha de un producto de calidad contrastada, como era la lana blanca fina merina, implicó a un buen manojo de grupos dentro del tejido social hispano. Además, al mantener los castellanos el monopolio lanero en los mercados internacionales durante cinco centurias, hasta llegar a ser la principal fuente de divisas del reino y cotizarse en la bolsa de valores de Amsterdam, este subsector económico ha sido referencia obligada y objeto de controversia para las diversas escuelas y generaciones historiográficas Desde la acuñación del concepto altomedieval de Cabaña Real, definido como el conjunto de todos los ganados del reino y sus dueños bajo el amparo del monarca en el uso de prerrogativas mayestáticas, podemos distinguir tres tipos de pastoreo en función de la longitud y la modalidad de los desplazamientos: estante, trasterminante y trashumante. Este último, que verificaba las migraciones estacionales entre sierras o pastos veraniegos del Septentrión y extremos o dehesas cálidas e invernales del Mediodía, será el protagonista del pastoreo practicado por los hermanos mesteños, lo que no quita para que también tuviesen reses riberiegas y hatos estantes El pastoreo basado en la llamada marcha a extremos, algunos autores la han remontado a los tiempos prehistóricos, unida a mitos como el de las tres cabezas de Gerión, o hitada por los verracos y foramontanos, como podían ejemplificar los famosos Toros de Guisando. Sin embargo, la trashumancia histórica, que requiere de reglamentos y policía para desarrollarse con periodicidad, no se institucionalizó hasta la Alta Edad Media. Por entonces era costumbre entre los pastores castellanos fazer mestas, celebrar reuniones locales para devolver el ganado extraviado a sus dueños, a la vez que la dinámica de la Reconquista favorecía las migraciones pecuarias por la movilidad de la propiedad semoviente y por la incorporación de ricos pastizales a los reinos cristianos.

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