CATEDRÁTICO PARA MEDALLÓN
El 20 marzo, tal como dentro de tres días, pero de 1194 (teniendo en cuenta para el año la contabilidad de la época y la reforma gregoriana del calendario para el día), muere en Salamanca un profesor del Estudio Catedralicio; se llamaba Randulfo y es un personaje muy especial por varias razones:
+ Ya en 1171 estaba de maestro y capellán de la Iglesia de Santa María, es decir profesor y canónigo en la Catedral; por lo tanto era uno de los profesores del Estudio de la Catedral hace la friolera de 847 años, cifra digna de meditación cuando andamos celebrando los Ochocientos.
+ natural de Cantorbery de donde vendría a enseñar a Salamanca con su hermano Ricardo, quizás recomendados por la reina que también era inglesa. Sorprende el fenómeno de la venida de los dos hermanos para enseñar aquí hace ocho siglos y medio cuando las comunicaciones de ideas y de personas no eran tan fáciles.
+ los dos hermanos al morir su obispo Tomás Becket en 1170, asesinado en Cantorbery por orden del rey, costearon la construcción de la Iglesia de Santo Tomás Cantuariense en Salamanca, que fue terminada en 1194, siendo la primera iglesia dedicada a este Santo en el mundo. Sigue siendo una joya inapreciable y a veces poco conocida.
+ las referencias de su epitafio sobre su persona describen a alguien sobresaliente en ciencia y virtud hasta extremos admirables, como veremos
El epitafio, en letra gótica del s. XIII, está junto a la puerta de comunicación entre la Catedral vieja y su Claustro; en un tiempo con ocasión de alguna reforma sería recogida de su sepulcro y salvada colocándola allí en la pared misma.
Además de la fecha y de más detalles, dice de la vida de Randulfo:
? sol radians titulis virtutum flos sine labe solus in occasu miseris est passus eclipsi : sol radiante en un cúmulo de virtudes, flor sin mancha; sólo los pobres padecieron su eclipse en su muerte.
Y a continuación:
? mens bene disposuit sermo docuit manus egit huius dicta bonus melior fuit optimus ipse et pauperibus moritus vivens sibi celo: formó bien su mente, fue buen docente, no se quedó en palabras, actuó; fue bueno, mejor aún, fue óptimo y murió también para los pobres viviendo ahora para sí en el cielo.
No es fácil elegir una alabanza sobre las demás: su buena formación teológica, su capacidad de buen maestro, su compromiso concreto en la vida, sus muchas virtudes sin mancha de mal, su bondad extrema, su dedicación a los pobres que lloran su muerte. No hay quien dé más. Y supongo yo que cualquiera desearía un epitafio como ése al menos en las memorias de Dios.
Pero siguiendo la intención de quienes compusieron y colocaron el epitafio, habrá que decir que está ahí casi nueve siglos más tarde como propuesta de vida, de profesionalidad y de virtudes cristianas para todos: para los canónigos actuales, principalmente pues Randulfo era uno de ellos y fue enterrado en su iglesia que es la Catedral, pero también para profesores y catedráticos, pues es el catedrático más antiguo del que tenemos noticias concretas de vida y profesión, y por supuesto es ejemplo para todos, para fieles cristianos y para turistas que pasen por la puerta junto a su lápida. Ahí sigue y ahí queda.
Por otro lado sus modos de ser y de actuar son valores humanos y virtudes cristianas hoy especialmente necesarias entre nosotros y que a veces escasean en nuestras universidades y en los demás espacios de enseñanza y de vida: la información rigurosa y selecta no se lleva ni casi está bien considerada, nos faltan grandes maestros que interpreten e iluminen la actualidad y nuestro futuro, escasea la honestidad de vida en todo y no sólo en el corazón sino también en la calle o en el trabajo, la bondad está fuera de las listas de actitudes modernas para salir al mundo, la preocupación por los pobres y la dedicación solidaria parece que es deber de unos pocos en medio de la indiferencia y la voracidad general? Parece que Randulfo tiene y propone lo que más falta nos hace hoy.
Por eso bien nos vendría, aunque sea sin llegarnos hasta el claustro de la Catedral Vieja, acercarnos un poco al profesor y canónigo Randulfo por si se nos pega alguno de sus muchos y grandes valores.
Éste sí que es un hombre para medallón en la Plaza, ahora que andamos recordando a personajes de la Universidad ejemplares para la ciudadanía. Podría ser el primero, como homenaje, al haber trabajado en ella y aquí en su primera etapa en el Estudio de la Catedral hace nada menos que 847 años según consta en los archivos.
Ahí queda eso y ahí queda él como maestro.