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Casi diez días para que las calles se llenen de cornetas y tambores; para que las imágenes macabras, de torturados, flagelados y crucificados salgan, de nuevo, a las calles; para que la televisión nos sature con Cristos, Vírgenes y romanos tallados en madera o esculpidos con cartón piedra.
Casi diez días faltan para que se nos hable de amor, de perdón, de fe, de religiosidad.
Me sobran días de miseria, de hambre, de desigualdad; me sobran días de obispos que atacan a los movimientos de mujeres; me sobran días de riqueza en los templos y pobreza en la calle; me sobran días de hipocresía y falsa caridad.
Faltan diez días, casi, para que a nadie le importe si el falso sentimiento de religiosidad ofende, si me ofende.
Desde la altura de sus púlpitos, desde el poder que aporta el dinero del oro de tanto cáliz, volverán a hablar de sacrificio, de hermandad, de fe y de amor. Mientras tanto, a su lado, un hombre dormirá en un cajero, un niño pasará frío en su casa, una madre no podrá dar la cena a sus pequeños?
Los obispos, los consejeros de administración de las grandes empresas, los ministros? rezarán con devoción dentro de diez días.