Vaya por delante que en cualquier organización benéfica, y se supone que tal es la finalidad de las oenegés, hay numerosas personas de buena voluntad que dedican tiempo, esfuerzo y dinero a paliar el sufrimiento de marginados, enfermos y víctimas de catátrofes naturales o provocadas por el hombre.
Es una perogrullada, lo sé, pero me conviene decirla para prevenir la reacción previsible de los estólidos contemporáneos, buenistas y políticamente correctos. Hace poco más de un año dediqué mi artículo en esta sección a denunciar la proliferación de ONG's y el funcionamiento mafioso de algunas de las más importantes, a las que llamé (acorde con sus siglas) Otros Notables Gorrones.
Los hechos que recientemente han salido a la luz sobre la corrupción en Oxfam Intermón (anticapitalista, por cierto) confirma lo que percibíamos quienes no somos sumisos a la progresía y el redentorismo imperantes. Dije en aquella ocasión que resulta infinitamente más fácil predicar que dar trigo; que es sencillo recibir donativos apelando al sentimentalismo y el morbo.
Que lo verdaderamente costoso y meritorio es remangarse y atender a los enfermos terminales sin recursos, servir la mesa a indigentes, liar el petate y viajar a lugares conflictivos o peligrosos para echar una mano cuidando heridos y enfermos, cavando un pozo de agua potable, desescombrando las ruinas de un terremoto o retirando fango después de un alud. Y conté que en mis cuarenta y tantos años de periodista no he visto a los dirigentes de las oenegés verdes, amarillas o rojas ponerse a esas faenas sin dar tres cuartos al pregonero.
Las donaciones de alimentos en particular suelen conllevar efectos contrarios al alivio de las hambrunas, pues una de dos: o se pudren en los puertos del Tercer Mundo a la espera de una distribución racional o son acaparadas por los gobernantes dictatoriales y sus amigos para hacer negocio a costa de la escasez.
Y, encima, como se ha visto ahora, hay quien aprovecha la debilidad de las víctimas para satisfacer sus vicios y quien utiliza el dinero recaudado para su propio placer.