Nada identifica mejor a Salamanca que la imagen de la encina. Iluminada por los rayos del sol, luce su talle majestoso en Salvatierra de Tormes. La herida de su tronco denota el paso del tiempo. Cuantas primaveras sobre sus ramas; cuantos otoños habrán bañado con el oro de la tarde su rústica corteza.