Trabajamos, cada día, para encontrar nuestro lugar en el laberinto de la vida. Evolucionamos, si advertimos que el tiempo no concede treguas; se gasta como una antorcha sin que nos demos cuenta. Solo a través de nuestros actos acreditamos quien somos. Pero, ni nosotros mismos reconoceremos las obras de nuestras manos, si no dejamos en ellas un sello personal que las haga diferentes.